Ya nos acercamos al cuarto de siglo de la acuñación del término
“nordic walking”, y de su primera traducción al castellano, como
“marcha nórdica”, para hacer referencia a un deporte que, en
puridad, debiera haberse llamado simplemente “moverse con
bastones”. Creo que es el momento de recapitular y tratar de poner
un poco de orden en toda esta jerga. Sé de sobra que lo que yo
escriba hoy aquí no puede aspirar a variar un ápice los conceptos y
la terminología en uso, pero también soy consciente del
insospechado éxito de otros términos acuñados aquí hace años,
con las mismas pocas esperanzas, tales como nordimarchador o
nordicompetidor, hoy de uso generalizado. En cualquier caso, lo que
pretendo con estas líneas no es cambiar la forma de hablar de los
que andan en este negocio, sino aclarar conceptos sobre nuestro
deporte, para mí mismo, en primer lugar, pero siempre con la ilusión
de que puedan ayudar a alguien más.
Haciendo
un somero análisis de la terminología aceptada por el actual
diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la
herramienta por la que todos nos deberíamos regir al hablar o
escribir y que desgraciadamente no utilizamos con la asiduidad que
deberíamos, observamos que
el
término “marcha”, si bien se puede considerar sinónimo de la
acción de andar o caminar, tiene, deportivamente hablando, una
connotación muy precisa, de hacer estas acciones de forma rápida,
aunque sin perder por ello la esencia que las diferencia de correr:
mantener siempre un pie en contacto con el suelo, es decir, sin que
coincidan en ningún momento los dos en el aire.
Según
esto, si a esta nueva actividad que nos gloriamos en practicar la
llamamos marcha, parecería que siempre deberíamos andar rápidos,
cosa que no siempre sucede. A veces, vamos simplemente paseando con
nuestros bastones, “por distracción o ejercicio”, es decir,
dando un paseo con bastones.
Pero,
por otro lado, la esencia de nuestro deporte, lo que lo diferencia de
los demás, sin tener en cuenta la rapidez con que lo practiquemos,
está en la utilización de dos bastones con una técnica, que hemos
dado en llamar “diagonal”, derivada del esquí de fondo, o
nórdico, y que podríamos definir como la utilización de dos
bastones de manera que cada uno de ellos apoye en todo momento la
acción del pie contrario. Así, una buena técnica diagonal hará
que obtengamos el máximo beneficio del uso de esos bastones en apoyo
de nuestro desplazamiento, o lo que es lo mismo, que optimicemos su
uso. A esta técnica, dado su origen, la podríamos llamar, sin
ambages, y con toda tranquilidad, “nórdica”.
En
el esquí nórdico se utiliza también el llamado paso de
patinador, que consiste en impulsar el desplazamiento sobre una
pierna, simultáneamente con los dos bastones. En nuestro deporte,
esta técnica se conoce como de doble bastón, muy utilizada
cuando el terreno exige un esfuerzo extraordinario con una de las
piernas, por ejemplo, para subir un escalón, aconsejando el apoyo
concurrente de los dos bastones. Esta técnica también debe
considerarse incluida en la denominación nórdica, en base a su
origen y utilización generalizada.
Según
todo lo anterior, para mí, nuestro deporte sería (y debería
llamarse) “desplazamiento nórdico”, y su
definición sería algo así como “desplazarse utilizando
óptimamente dos bastones”. Cuando ese desplazamiento se haga
caminando, el deporte sería “paseo nórdico”. Si
el movimiento es rápido, como en la marcha atlética, pero
manteniendo siempre al menos un pie en contacto con el suelo, el
deporte sería “marcha nórdica”, y si llegásemos
a tener un tiempo de suspensión entre paso y paso, estaríamos
haciendo “carrera nórdica”.
Hasta
hace unos días, el reglamento de competiciones de marcha nórdica de
la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (FEDME),
que es hoy por hoy el documento oficial de mayor precedencia en
nuestro país en lo que respecta a nuestro deporte, sancionaba al
nordicompetidor que hacía marcha atlética en las competiciones; es
decir, al quién “caminaba rápidamente con uno de sus pies siempre
en contacto con el suelo”, según nuestro diccionario. Gracias a
Dios este despropósito ha desaparecido por fin en la versión actual
de dicho reglamento. Sin embargo, dudo mucho que haya desaparecido
de la mente de árbitros deformados por años de persecución de un
deporte, la marcha atlética, que sólo puede servir para ayudar a
progresar y engrandecer el nuestro.
La
marcha nórdica es una de las formas de nuestro desplazamiento
nórdico y, actualmente, es la única admitida en las
competiciones oficiales que se organizan para el mismo. Pero este
deporte, mucho más ambicioso y polivalente, incluye otras formas,
como el paseo nórdico, tan útil, entre otras cosas, para el
senderismo, o la carrera nórdica, de extraordinaria utilidad
para el corredor por montaña. El día que la FEDME (y las
federaciones regionales de montaña) entienda todo esto, y actúe en
consecuencia, incorporará plenamente un deporte de versatilidad y
valor extraordinario para su entorno natural. Mientras tanto,
seguirá potenciando sólo una de sus facetas que, curiosamente, es
la que más fácil y razonadamente puede ser reclamada por otra
federación, la de atletismo, si en algún momento esto llega a ser
un negocio rentable, cuando veamos trescientos pares de bastones en
una línea de salida de una competición.
Pero
hagas lo que hagas, y lo llames como lo llames, saca tus bastones del
paragüero, todos los días.
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