El
68% de la población mayor de 35 años sufre dolor de
articulaciones. Esta cifra se eleva al 73% en el caso de las
mujeres. Son datos de un estudio
elaborado ... en colaboración con la Fundación Internacional de la
Artrosis (OAFI). Las articulaciones de las rodillas son las que más
se resienten (52%) tal y como pone de manifiesto este informe.
La
rodilla es una
de las
articulación más grandes
y complejas
del cuerpo humano. Une el muslo y la pierna y está estructurada
para soportar nuestro peso mientras caminamos, corremos o simplemente
estamos de pie, y esa complejidad influye en que sea una
articulación
muy vulnerable. De
hecho,
el
de rodilla es uno de los dolores más comunes entre la población y,
aunque es mucho más habitual a partir de los 65 años (a
consecuencia de la artrosis), nadie
está completamente a salvo de sufrirlo.
Aunque
erróneamente se percibe
el dolor articular como algo
propio de las personas mayores, lo cierto es que no aparece
únicamente con
la
edad. El deporte,
a pesar de ser
un gran aliado para mejorar numerosas enfermedades, también puede
desencadenar
la aparición de una lesión,
pues un sobre esfuerzo aumenta las probabilidades de llegar a sufrir
desgaste articular o una lesión, con las consecuencias a corto y
largo plazo que ello supone: además de provocarnos
dolor y limitar el movimiento, también puede propiciar la aparición
de frustración y estados de ánimo negativos, afectando
a nuestra
calidad de vida.
Los
problemas articulares
se han disparado entre los deportistas
con
la proliferación de
competiciones y el
afán por una
mayor auto-exigencia,
pero no solo aparecen en deportistas de élite. Todo lo contrario,
pues
se
estima que «en España cerca de un 43% de la población practica
algún deporte. Y de ellos, un 75% lo hace por su cuenta (II
Simposio Articulando el deporte)
.
Por eso es de vital importancia
crear
una cultura de prevención de lesiones y la promoción de prácticas
y
hábitos saludables.
Y esto debe inculcarse desde la infancia.
En
mi caso, tras más de 55 años corriendo, jugando a baloncesto y
participando en competiciones, es lógico que mis rodillas, que nunca
fueron gran cosa, no se salvasen de esta debacle. El descubrimiento
de los bastones y
el
ejercicio nórdico, hace 15 años, fue un soplo de aire fresco para
ellas. Pero un confinamiento que me condenó a no poder continuar con
mi deporte habitual (nunca entenderé que prohibieran la práctica
deportiva individual) me llevó a un abuso de la subida y bajada de
escaleras en casa, que terminó de
estropear mis rodillas (tres roturas de menisco en la izquierda y
dos, y una fisura en el cóndilo femoral, en le derecha) y mandarme
al dique seco, del que me pude escapar tras varias
visitas al traumatólogo, no poca frustración y 30
sesiones de rehabilitación en cada rodilla.
Siempre
he pensado que las cosas están en nuestro organismo por algo. Por
eso hago todo lo que está en mi mano para evitar cirugías
“amputadoras”, tales como las operaciones de menisco, que se
presentaban como
la “solución” a mi
problema … y de momento me funciona, así que paso a describir mis
rutinas de tratamiento “preventivo-reparador”
de mis rodillas, tratando de posponer mi
cita con el
bisturí, cuanto sea posible.
Todos
los días hago religiosamente mis ejercicios de calentamiento,
reforzamiento y estiramiento, a caballo de mi práctica deportiva
diaria, en
la que alterno un día de ejercicio nórdico con otro de bicicleta
estática. Los ejercicios mencionados están descritos, con
imágenes, en Andar
Más Sano, que acabo de publicar en Bubok, de dónde te lo puedes
descargar gratis. En total, entre ejercicios y práctica, suelo
emplear menos de dos horas diarias.
Procuro
tener al menos dos pares de zapatillas diferentes que alterno en mis
caminatas, a fin de intentar evitar pisar siempre de la misma forma y
que cualquier pequeño defecto, imperceptible, repetido
continuamente, llegue a producir una lesión.
A
continuación, aprovecho el enjabonamiento en la ducha para masajear
con profusión las articulaciones bien trabajadas o doloridas. En mi
caso, presto especial atención a codos (he tenido algún episodio de
epicondilitis y epitrocleítis) y rodillas, sin olvidarme de mi vieja
lesión de osteocondritis del astrágalo derecho). Antes de ello,
siempre comienzo la ducha con abundante agua fría sobre todos estos
punto críticos. Tanto el agua fría como los masajes activan la
circulación sobre unas zonas que
no son precisamente ricas en riego sanguíneo y linfático, mejorando
su oxigenación y facilitando su recuperación.
Además
de este tratamiento “físico” diario, también tomo un
complemento alimentario articular a base de colágeno marino
hidrolizado, calcio, magnesio, sulfato de glucosamina, sulfato de
condroitina, ácido hialurónico y varias vitaminas. Existen muchos
en el mercado. El que yo llevo años tomando se llama ARTROHELP
MARINE, de Marnys. En internet lo suelo encontrar a buen precio.
Finalmente,
cuando a pesar de todos estos cuidados me noto alguna molestia en las
articulaciones, recurro a mi magnetoterapia
de OK Farma, que
hace ya quince años me libró de una complicada operación de
tobillo y luego me ha ayudado enormemente también con mis codos y
rodillas. Unas cuantas sesiones de 4 horas, con el programa P-19, a
16 Hz, suelen ser “mano de santo”. Me lo pongo al irme a la cama
para dormir, no se nota nada (sólo que la molestia acaba
desapareciendo) y se desconecta sólo. En lesiones persistentes, a
veces el tratamiento puede exigir varias semanas, pero hay que ser
constante y tener fe. Os puedo asegurar que funciona.
Y,
aparte de no hacer barbaridades (ultras, competiciones) que poco nos
aportan y nos dejan graves repercusiones, estas son las rutinas que
me llevan por mis 68 años sin dolores y con buena forma física, sin
más fármacos que las endorfinas que mi propio
cuerpo
genera con el ejercicio diario. Miento, … para ser sincero,
utilizo de vez en cuando una pomada homeopática, Traumeel, de venta
sin receta en farmacias, para algún masaje articular.
Y
os cuento todo
esto
por si a alguien le sirve mi experiencia, aunque ya sé que no es
fácil escarmentar en cabeza ajena.
Y
ya sabéis, no dejéis que los bastones se aburran en el paragüero.