La población que ve su movilidad reducida debido a lesiones y enfermedades congénitas o adquiridas es, por desgracia, bastante numerosa, y ellos no sólo tienen derecho a aprovechar los múltiples beneficios de la marcha nórdica, si no que, desde mi modo de ver, forman quizá el colectivo con más necesidad de ella. Para las personas sin limitaciones extraordinarias de movilidad, la marcha nórdica representa el mejor ejercicio que pueden practicar y un seguro de salud. Para el colectivo al que nos referimos hoy, la marcha nórdica posiblemente sea el único ejercicio que pueden practicar al aire libre, o al menos el más accesible, y un clavo ardiendo al que agarrarse para conservar y, posiblemente, mejorar su precaria condición.
Aunque no tengo una formación profesional ni académica especial para tratar este asunto, me atrevo a volcar aquí mi experiencia en la formación de marchadores de todo tipo y condición, en la esperanza de que sirva a otros para ayudar a este grupo de personas a conocer, practicar y utilizar la marcha nórdica.
Fundamentalmente, la reducción en la movilidad puede venir impuesta por una lesión o enfermedad que afecta a los miembros inferiores, o por una enfermedad transitoria o degenerativa que disminuye el sentido del equilibrio. Cada alumno es un mundo, con capacidades muy diferentes, por lo que las pautas generales que doy aquí deberán adaptarse a las necesidades y posibilidades de cada uno.
Mi definición favorita de marcha nórdica, sobre la que baso toda mi metodología de enseñanza, dice que “consiste en andar de forma natural y completa, utilizando dos bastones con una técnica que nos permita obtener el máximo beneficio de su uso”. Andar de forma natural, siguiendo el patrón normal biomecánico que usamos al caminar, pero de forma “total”, es decir, centrándonos en andar, y no en cualquiera de las múltiples cosas que podemos hacer mientras andamos. En cuanto al beneficio que nos ha de proporcionar la técnica de utilización de los bastones, incluye tanto el beneficio físico que se sigue de utilizarlos correctamente, como al aumento de eficacia en el desplazamiento que dicha utilización reporta al practicante.
Consecuentemente, mis cursos de iniciación (para personas sin movilidad reducida) comienzan analizando y recapacitando sobre lo que hacemos al andar, de manera que identificando posibles problemas o errores, podamos corregirlos y partir de una andadura lo más perfecta posible, sobre la que podamos introducir, progresivamente, el uso de los bastones, comenzando por arrastrarlos, para ir, poco a poco, agarrándolos y utilizándolos, con una inclinación similar a la que tenían al arrastrarlos. Primero, impulsando hasta la cadera, y luego prolongando el empuje más allá de la misma.
Los bastones, en todo este trabajo nos proporcionan las cualidades de sostén, equilibrio e impulso, que añadidas a una caminata natural y correcta, nos ayudarán a conseguir los tan buscados beneficios de este maravilloso deporte.
En personas con movilidad reducida, el andar de forma natural y completa no es una base de partida lógica. En todo caso, se convertiría en un objetivo de la práctica habitual de la marcha nórdica.
Con este grupo de alumnos, comenzamos por aprovechar las cualidades de soporte y equilibrio que nos aportan los bastones, sin fijarnos mucho en la técnica. Los primeros pasos, tanto más vacilantes cuanto mayor sea la afección, es posible que necesiten de la ayuda de una persona que les proporcione la seguridad inicial imprescindible hasta que, confiando en las cualidades citadas, les baste con los bastones.
Los pasos iniciales serán necesariamente cortos y muy seguidos. Normalmente, ellos mismos tratarán de superar su falta de soporte o equilibrio a base de una sucesión rápida de pasos apoyados por bastones próximos a los pies, muy verticales, o incluso clavados por delante del pie adelantado, sobre todo cuando su limitación de movilidad les haya llevado a una inclinación anormal del tronco adelante durante la deambulación. No importa. Lo fundamental en los primeros intentos es que confíen en el soporte y el equilibrio que los bastones añaden a su andadura. Que perciban el “plus” de seguridad que los bastones les dan.
El objetivo a largo plazo será, como mencioné anteriormente, conseguir andar con la mayor naturalidad posible con la ayuda de los bastones, tratando de ir llevándolos a la posición adecuada para añadir impulso al soporte y al equilibrio logrado. Pero esta progresión ha de ser, forzosamente personalizada, sin prisas, pero siendo el alumno consciente de que la práctica continuada le ha de reportar indudables beneficios.
Las personas con movilidad reducida pueden caer en un círculo vicioso que los aleje del ejercicio habitual. Como me cuesta moverme, me muevo menos, y como me muevo menos, me cuesta más moverme. La marcha nórdica, gracias a las cualidades de soporte y equilibrio que nos aportan los bastones, puede abrir a todas ellas un acceso más fácil a la práctica deportiva habitual, rompiendo ese peligroso círculo vicioso, aportándoles las endorfinas, la oxigenación y la musculación que les ayude a mejorar su calidad de vida, definitivamente rompiendo la tendencia degenerativa que la inactividad crea en todos nosotros.
En unos pocos días tengo mi cita anual (recuperada tras el parón pandémico) con mis amigos de la Asociación de Esclerosis Múltiple de Cartagena. Espero poder echarles una mano, y también espero que estas palabras sirvan para animar y ayudar a otros instructores que quieran empujar en este gratificante y entorno. De todas formas, los instructores, y los bastones, sólo somos útiles si los sacas del paragüero. Los buenos propósitos necesitan después esfuerzo y constancia.