Los
pacientes lectores de este blog, a los que nunca agradeceré bastante
su paciencia y apoyo, se extrañarán del título de esta entrada, y mucho más de la imagen de la izquierda, aparentemente fuera del ámbito de la marcha nórdica, motivo y razón
de noticias y reflexiones que aquí se vierten. Sin embargo, si
siguen leyendo un poco más, verán que es exclusivamente en relación
con nuestro deporte la reflexión que hoy hago sobre estos tres
conceptos, aunque muy bien podrían extrapolarse a otros ámbitos de
la vida.
Personalmente,
creo que el whatsapp es como la energía nuclear: según se utilice,
puede ser una bendición para el ser humano, o una desgracia para la
humanidad.
Un
grupo de whatsapp, más o menos reducido, formado con una finalidad
concreta, y por un tiempo limitado, puede rendir inigualables
servicios a sus miembros. En las tres últimas competiciones que he
organizado, la red de arbitraje estuvo montada sobre un grupo de
whatsapp en el que participábamos todos los árbitros. Si no hay
problemas de cobertura, no hay un medio mejor, en tiempo real, de
dejar a todos constancia escrita de amonestaciones, momento, lugar,
dorsal, etc. El responsable del grupo, secretario del árbitro
principal, controla el grupo y transmite a los cronometradores las
sanciones en tiempo adecuado para no alargar el proceso de la
publicación de las clasificaciones, un tema que, como se ha visto en
Elburgo, puede llegar a complicar una competición que, por todo lo
demás, puede haber sido perfecta.
Un
grupo de whatsapp multitudinario, eterno, con un objetivo amplio y
poco definido, puede ser una bomba de relojería. La ventaja de la
inmediatez, que en el grupo reducido era incuestionable, aquí se
convierte en un arma de doble filo, que invita a comentarios rápidos
y poco reflexivos, que pueden hacer daño a miembros de tan numeroso
grupo, que no dudarán en “entrar al trapo” y “liar la mundial”
o, simplemente, abandonar el grupo.
Por
otro lado, la mayoría de los usuarios de whatsapp dan por sentado
que lo que por el grupo se transmite es indefectible e inmediatamente
conocido por todos sus miembros. Sin embargo, hay algunos, entre los
que me cuento, que no estamos pendientes del pipipí, o la melodía
que sea, para mirar inmediatamente el móvil. Yo, concretamente,
tengo cosas más importantes que hacer y personas a las que atender,
durante la mayor parte de la jornada, por lo que suelo mirar el
whatsapp en algún momento de asueto, a lo largo del día, el día
que puedo. Además, cuando entro en el grupo y veo 100 mensajes
recibidos en unas cuantas horas, tengo que reconocer que, como dice
un buen amigo mío, no me puedo resistir a la tentación de “botón
derecho – ELIMINAR”.
Y en
llegados a este punto, me pregunto: ¿que trabajo tienen todas esas
personas que pueden permitirse el lujo de estar atentos al whatasapp
en horas lectivas? Al margen de la capacidad para hacer varias cosas
al mismo tiempo, de la que yo reconozco carecer, ¿qué grado de
atención pueden dedicar a su actividad principal, por la que cobran,
si están al mismo tiempo en esos otros “rollos”? Y no hablo de
los que compaginan estos “menesteres guasaperos” con la
conducción. Me reservo el calificativo que normalmente viene a mi
mente (y a veces a mi boca) cuando observo estas conductas que, por
respeto a los lectores, sólo tacharé de insensatas.
Y
entrando en el contenido de los referidos multitudinarios whatsapps,
los hay de todos los colores: los escuetos que pueden ser de interés
para todos los miembros del grupo (¿un 1%?), los “ladrillos” que
sólo tienen por finalidad dejar constancia de lo maravilloso/a que
es quién los manda, que normalmente no interesan a nadie y provocan
comentarios parecidos a los omitidos por educación en el párrafo
anterior (¿9%?), y los correspondientes a lo que yo llamo el
“peloteo guasapero”, esa legión de “qué bien – qué bonico
– cuánto me gusta – pulgares arriba – palmoteos – corazones
– etc”, que pocos de los que los mandan realmente sienten, pero
que hay que mandar si no quieres que te pongan “falta” o piensen
que tienes algo contra el origen de esta orgásmica reacción
(¿90%?).
Por
todo lo expuesto, opino que no es el whatsapp el lugar adecuado para
aportar y discutir opiniones ni reflexiones que, como su propio
nombre indica, exigen una pausa y una racionalidad que no parece
compatible con la vorágine y la inmediatez de este peligroso
mecanismo.
Creo
yo, que el el correo electrónico, para una audiencia escogida, y el
blog, para un público general interesado en el tema concreto del
blog en cuestión, son lugares más acordes a la estructuración,
meditación y exposición que opiniones y reflexiones exigen.
De
igual modo, los comentarios a las entradas de un blog son, pienso yo,
el lugar más adecuado para exponer al autor de la opinión o
reflexión, de forma racional y educada, tu acuerdo o disensión con
el tema tratado, sea en el fondo o en la forma. Pocas cosas hay que
me alegren más que un comentario a una entrada mía en este blog,
porque ello da fe de un lector interesado y, si disiente de lo dicho,
dispuesto a debatir, a polemizar, que, en definitiva, es del debate y
de la polémica entre personas adultas, racionales y educadas,
capaces de argumentar y de respetar opiniones ajenas, de dónde surge
la luz de la razón.
Desde
aquí animo a todos los lectores de este blog a comentar, cuando lo
deseen, todas las entradas que en él se hagan, y muy especialmente
todo lo que lleva visos de opinión o reflexión. Tengo que advertir
que, si bien la falta de respeto de algún comentario me llevó a
cambiar la admisión automática de los comentarios recibidos al
actual estado de moderación previa por mi parte, esta moderación no
pasa jamás de comprobar que no se insulta ni falta al respeto de
terceras personas, y nunca entra en juzgar la opinión vertida en los
comentarios recibidos. Estos son puntualmente contestados en el
propio blog.
Así pues, al
whatsapp lo que es del whatsapp y al blog lo que es del blog, o dicho
en román paladín, no confundamos churras con merinas … y saquemos
los bastones del paragüero con más asiduidad, que me han llegado
quejas de algunos que se están empezando a oxidar (enrobinar, dicen
por estas tierras).
Con Dios.
No puedo estar más de acuerdo. Y soy seguidora de este blog.
ResponderEliminarFirmo y suscribo lo dicho por Piri, de principio a fin.
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