Desafortunadamente,
en todas las facetas y actividades de la vida nos encontramos con
talibanes, y no me refiero a los integristas musulmanes afganos
surgidos de una escuela coránica paquistaní, sino a la segunda
acepción que al término atribuye nuestro diccionario, la de
fanáticos intransigentes. La marcha nórdica no iba a ser menos.
La
marcha nórdica es un deporte en clara expansión. La gente que se
inicia en esta benéfica práctica, una vez convencida de las ventajas
que le reporta, se convierte en un “evangelista” de la misma, predicador impenitente de sus bondades y maravillas, captando
nuevos adeptos que contribuyen de una forma exponencial a su difusión.
En
este incremento exponencial de practicantes y, sobre todo, en el
potencial de desarrollo que todavía está por eclosionar, no faltan
mentes mercantilistas que transforman de forma inmediata todas estas
expectativas en cálculos numéricos de libros contables. Tampoco
escasean los que ven en un campo por desarrollar la posibilidad de
crearse un sitio de privilegio, un nombre o una parcelita de poder,
que no se ha podido procurar en otros medios, más concurridos.
Nada
tengo, en principio, contra todos ellos. En la medida en que hagan
su trabajo de forma honrada y profesional, sin engaños y respetando
a los demás, estos personajes pueden rendir un franco servicio a la
sociedad con la difusión de algo tan beneficioso, siendo así
merecedores de una recompensa, ya sea en “plata” o en
“prestigio”.
Honradez,
profesionalidad, sinceridad y respeto. Nada más...y nada menos. Esto
no es fácil, y las puertas anchas de la vida, las fáciles, las que
obvian alguna o todas estas virtudes, son las más buscadas y
concurridas por aquellos que, no pudiendo justificar su
comportamiento, recurren al talibanismo, fanáticos intransigentes
para, denostando lo que hacen los demás, intentar sobresalir e
imponerse.
Dentro
de las múltiples escuelas de marcha nórdica que proliferan en
nuestros días en nuestro país, no hay ninguna que pueda
arrogarse un estatus de superioridad sobre las demás. La técnica
de la marcha nórdica es algo tan lógico, tan racional, que
cualquier persona de azotea medianamente amoblada, llegaría a
dominarla en algún tiempo, dadas unas mínimas dotes de
voluntariedad y capacidad de observación. Las diferentes escuelas
no nos “venden” más que un método de aprendizaje de la técnica,
y ciertos “adornos” de la misma que, en el mejor de los casos,
pueden facilitar, más o menos, la prontitud en el logro de algún
objetivo concreto de la práctica de la marcha nórdica (salud,
actividad física, deporte/competición).
Las
diferentes longitudes de bastones, o que el método de enseñanza de
la técnica se realice en cierto número de pasos, o en un cierto
orden, es un derecho de los practicantes, y un privilegio, resultado
lógico de la experiencia, de buenos enseñantes, respectivamente.
Nunca una exclusiva de una escuela u otra.
Entiendo
el legítimo derecho de todos y cada uno a defender que su escuela o
su método es el mejor. Siempre podremos discutir el “para qué”
es mejor. Lo que no puedo admitir es el que alguien defienda que su
escuela o su método es el único (el único válido, el único
genuino, el único que merece la pena), excluyendo a todos los demás,
tachándolos de intrusistas, advenedizos o de “uso fraudulento de
la marcha nórdica” (decía mi padre que para oír cosas sólo hay
que estar vivo). ¡Qué barbaridad!
Prevengo a los que
lean estos párrafos contra estos personajes, talibanes de la marcha
nórdica, que sólo buscan medrar, envileciendo lo que tocan. Cuando
oigáis a alguien desprestigiar gratuitamente a quienes no “compran”
lo suyo, ¡huid a toda prisa! … pero siempre con vuestros bastones,
y disfrutando de ellos.
No creo que haya un metodo mejor o peor, que haya diversidad te da la opción de escoger lo que mejor te venga o se adecue a tu biomecanica, yo llevo los bastones mas largos que los que cualquier tecnica predica, pero es que soy de brazos TRex y tengo tendencia a echar los hombros hacia adelante.
ResponderEliminarY lo digo tras probar varios metodos. Paco Rey