Una de las muchas virtudes atribuidas a la marcha nórdica es la de
que se puede practicar en cualquier entorno, tanto urbano como en
plena naturaleza. Esto, verdaderamente, no deja de ser una gran
ventaja de este deporte que, como muchos otros, nos permite no sólo
practicarlo en cualquier lugar, sino, además, poder variar el
itinerario que seguimos en cada una de nuestras prácticas diarias,
añadiéndole así una variable más de amenidad.
Pero
por muy cierto que sea lo anterior, no lo es menos que todos tenemos
un recorrido preferido que, por el motivo que sea (comodidad,
variedad, costumbre), solemos favorecer sobre otros que frecuentamos
menos. Este es el que hoy voy a tratar de describir en Mi Recorrido
Habitual de Marcha Nórdica.
Dado
que vivo en un entorno urbano, en una zona con muchas horas de
insolación al año, y rodeada de montañas, mi prioridad es llegar
cuanto antes a un entorno natural, dónde abunde la sombra, y el
terreno no sea demasiado llano.
Como
para la mayoría de nordimarchadores urbanos, el principio y final de
mi recorrido habitual transcurre por asfalto, lo que, dado que no
llega a sumar la mitad del total, no considero un inconveniente
grave. Antes bien, me permite diversificar el tipo de superficie,
despreocuparme un rato de dónde piso, y tener que cambiar los pads
de asfalto un par de veces, lo que siempre es un buen ejercicio
añadido. Eso sí, esta parte del recorrido requiere una mayor
atención a la circulación, en los cruces de calles y carreteras.
La
mitad central del recorrido transcurre por pistas, sendas y caminos,
que favorecen una pisada variada a cada paso, la mejor prevención de
lesiones por estrés repetitivo, con vias paralelas que puedo variar
en función de la época del año, o de la hora, eligiendo en cada
momento las más soleadas o las que me ofrecen más sombra, lo cual
es un verdadero lujo.
Esta
mitad central tiene desniveles entre el 5 y el 10%, que me permiten,
en la subida perfeccionar la técnica, al favorecer estas pendientes
la prolongación del impulso, y en la bajada, aumentar la frecuencia
del paso.
La
parte central del recorrido es una de las llamadas “rutas del
colesterol”, por lo que me suelo encontrar con bastante gente
conocida, compañeros de lucha contra la molicie y los kilos, por la
salud, que siempre son un aliciente para seguir en la brega.
De
todas formas, mi mejor “animador” en esta práctica diaria sigue
siendo mi MP3, con mis varias selecciones de música a ritmos
distintos, que me amenizan el recorrido, al tiempo que me invitan a
romper la monotonía y cambiar constantemente la frecuencia del paso.
Es lo que yo he dado en llamar mi fartlek nórdico musical. Y es
que no podemos olvidar que la marcha nórdica debe ser LSD: lúdica
(la tenemos que disfrutar), sana (no debemos hacernos daño) y
deportiva (hay que sudar). Si no es así, probablemente estemos
haciendo otra cosa.
En
total son 10 o 12 km, dependiendo del tiempo y las ganas de cada día,
que con un buen calentamiento previo y los estiramientos posteriores,
que nunca perdono, me hacen las dos horas que habitualmente dedico a
estos menesteres. En este tiempo, entrando ya en la canícula,
normalmente a las 10 estoy duchado y listo para la faena diaria, que
siempre la hay, incluso para los jubilados como yo. Eso sí,
encarada con más ganas y mejor salud, gracias a este bendito
deporte.
Pero
hagáis el recorrido que hagáis, nunca dejéis los bastones en el
paragüero más de 24 horas seguidas. Puede que si lo hacéis, no
sean sólo los bastones los que se oxiden.
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