jueves, 7 de enero de 2016

La evolución de un nordimarchador

Este año se cumplen 10 desde que agarré mi primer par de bastones para andar por esos montes de Dios.  Desde entonces, han sido muchas y grandes las satisfacciones que me han dado y no pocos los cambios vividos en nuestra relación.  Sería un verdadero desagradecido si no dedicase ahora unos minutos a reflexionar sobre lo acaecido, no sólo en mi experiencia personal como usuario, sino en mi también dilatada experiencia como enseñante de la técnica de su manejo y observador de tantas y tantas relaciones, tan similares a la mía, y al mismo tiempo tan distintas, aunque, justo es reconocerlo, todas, hasta dónde yo sé, igualmente gratificantes.

Aunque en un principio comencé a utilizar los bastones de forma totalmente autodidacta, la realidad es que un simple ejercicio de racionalidad aplicado a su uso me llevó a desarrollar una técnica que, muy poco después, descubrí que era (como no podría ser de otra manera) lo que algunos (pocos todavía por aquél entonces) llamaban marcha nórdica.  Utilizaré, por tanto, con toda tranquilidad, el término marcha nórdica (MN) para esta reflexión, en su sentido más amplio y generalmente aceptado de uso racional de los bastones para sacar mayor rendimiento y mejores beneficios del movimiento natural de nuestras extremidades durante la marcha.

Para estructurar lógicamente estas reflexiones, estableceré una serie de etapas en la evolución de la relación de la persona con el deporte, que llamaré sucesivamente descubrimiento, iniciación, práctica, disfrute y competición.

Al descubrimiento de la MN se llega por muy distintas motivaciones, según cada sujeto. 
-         Para mí, y algunos más, fue la necesidad de suplementar la capacidad de mis piernas con vistas a un esfuerzo prolongado por terreno montañoso. 
-         Para otros, muchos, es la necesidad de ayuda para continuar haciendo ejercicio tras una lesión en las extremidades inferiores, muchas veces motivada por una sobrecarga de las mismas, en cantidad o intensidad.
-         Algunos descubren la MN en un genuino afán por acercarse a un ejercicio completo y equilibrado (que Dios los bendiga).
-         No pocos llegan a la MN por “prescripcion facultativa”, enviados por profesionales de la medicina que conocen las bondades de este deporte por experiencia propia, o por estudios y artículos o, simplemente, porque lo han probado todo con estos pacientes y, desesperados, piensan que “mal no les puede hacer”.
-         Otros descubren la MN por casualidad.  Porque un conocido les animó a acompañarlos a un curso de un “nuevo deporte del que hablan muy bien” y, como ese día no tenían nada mejor que hacer, pues fueron.

Sea como sea, el descubrimiento de la MN trae casi siempre aparejada una reacción de “positivo asombro”.  Algo parecido a “¿cómo es posible que no haya descubierto antes algo tan simple y tan bueno?”.

El descubrimiento de la MN se produce a través de diversos medios, prensa, Internet, actividades programadas por clubes deportivos,...pero sin duda, la principal fuente de descubrimiento de la marcha nórdica, es el boca a boca, pero sobre todo, un tipo de boca a boca especialmente apreciado en el marketing moderno:  el evangelismo.  Cuando un practicante de MN le habla a un profano de las bondades de su deporte, normalmente lo hace con un convencimiento de su bondad tal que su obra es similar a la de un evangelista (cree, practica, predica).

En algunas ocasiones he hecho presentaciones sobre la MN.  Sólo en aquellos casos en los que hay que convencer a una amplia audiencia para que se pongan las zapatillas y acudan a una sesión de iniciación, recomendaría una presentación, normalmente basada en videos convincentes, que los hay, con una oportunidad de preguntas por parte de los asistentes que, en mi experiencia, siempre ha sido altamente provechosa.  En todo caso, estas presentaciones deben ir seguidas, a la mayor brevedad, de un curso de iniciación que afiance las primeras impresiones positivas de la audiencia.

El verdadero descubrimiento, el que de verdad hace adeptos, es en realidad un buen curso de iniciación, con un buen instructor.  Pero, ¿a qué llamo yo un buen instructor?  La principal cualidad de un buen instructor (los conocimientos de la técnica y la preparación pedagógica, se le suponen) es, para mí, la ilusión.  El convencimiento de que lo que enseña va a suponer un cambio positivo para sus alumnos.  Naturalmente, la proximidad emocional con ellos (empatía, como la llaman ahora), la paciencia y la experiencia, también son necesarias, junto a conocimientos básicos de anatomía y educación física.

El curso de iniciación no debe ir más allá de una sesión de cuatro horas (una mañana o una tarde), suficiente para que los alumnos adquieran la técnica básica diagonal necesaria para que empiecen a disfrutar de sus bastones y a apreciar la potencialidad del descubrimiento que acaban de hacer.  En esta sesión, aparte de la técnica, es necesario dotar a los alumnos de los conocimientos teórico-prácticos que les permitan auto-evolucionar para perfeccionar esa técnica (si así lo desean), y presentarles todas las posibilidades de este deporte, en los diversos entornos urbanos y naturales, incluida la competición.

El alumno debe acabar el curso ansioso por iniciar la práctica del deporte que acaba de conocer, del que ya empieza a enamorarse.  Para ello, es necesario poner a su disposición, desde el mismo momento del curso, el único equipo que pueden tener dificultad para adquirir:  los bastones.  Un buen par de bastones de MN, fiables, ajustables…y económicos, con los que puedan empezar a practicar inmediatamente.  La dilación entre iniciación y práctica, lleva indefectiblemente al abandono de esta actividad.

La práctica de la MN, como de cualquier otra actividad, requiere un esfuerzo de habituación.  La MN es una actividad personal, como correr, nadar o montar en bici.  No es un deporte de equipo, con todo lo bueno (sólo depende de nosotros, lo podemos adaptar a nuestras disponibilidades de tiempo y a las expectativas o sensaciones de cada sesión) y lo malo que ello conlleva (falta de “tiron” del grupo).  Sin embargo, como en los otros deportes mencionados, la MN es una actividad ideal para socializar mientras se practica.  De la idiosincrasia y personalidad de cada practicante dependerá el que prefiera (o le convenga) salir solo o en grupo, aunque esto último no siempre es fácil y nunca debemos tener una dependencia tal de un grupo que nos lleve a no practicar cuando el grupo falla.

La práctica debe ser habitual.  Convencido de los beneficios de esta actividad, el practicante le debe asignar un alto grado de prioridad entre sus rutinas habituales.  No hay un tiempo tipo aconsejable de práctica, o un mínimo de sesiones semanales.  Una hora es mejor que media; tres veces por semana, mejor que dos; pero algo, siempre es mejor que nada.

La práctica, para que se convierta en algo habitual, tiene que ser divertida.  El practicante de MN tiene que disfrutar de sus bastones, siempre, en cada ocasión.  Tiene, por tanto, que adaptar la práctica a su estado anímico y físico.  Habrá días en los que haremos un simple paseo, y otros en los que no daremos una paliza; lo que el cuerpo nos pida.  Hay que escuchar siempre los mensajes que nuestro cuerpo nos manda y prestar mucha atención a sus “luces rojas” (cansancio y dolor) para no pasarnos jamás.

Habrá ocasiones en las que nos apetezca perfeccionar nuestra técnica, y esforzarnos en ello, recordando las enseñanzas de nuestro instructor o consultándolo de nuevo (es muy interesante que los instructores mantengan contacto con sus alumnos, por medio de salidas periódicas, un blog, o cualquier otro medio). 

La música siempre será una eficaz compañera.  Nos distraerá, nos marcará diferentes ritmos, no animará a seguir.  Yo nunca salgo sin mis auriculares enganchados a un MP3 o a la radio de mi teléfono, con una buena emisora de música variada.  La música nos ayudará a disfrutar de nuestros bastones y así, nuestra práctica será una agradable necesidad habitual, plenamente positiva.

Y este practicante habitual, que disfruta plenamente de sus bastones en cada ocasión, y que lamenta el día que no puede salir con ellos, aunque sea media hora, llegará un momento en el que habrá adquirido (auto-adquirido) una buena técnica de MN.  La música, con sus cambios constantes, le habrá ayudado a salir de ese ritmo monótono habitual que todos tenemos, y su curiosidad le habrá llevado a experimentar con distintas longitudes de bastones, ligeras variaciones del punto de apoyo… y, un día, probablemente sentirá curiosidad por la competición.

Dicen algunas escuelas que la MN es una actividad no competitiva.  Se equivocan.  El ser humano es competitivo.  Está en sus genes, y la competición es uno de los motores de la evolución y del progreso.  Sin embargo, la competición suele tener repercusiones negativas sobre nuestro organismo, y tenemos que ser conscientes de ello.  Cuando competimos tendemos a ignorar las luces rojas que he mencionado antes, incluso las disimulamos con fármacos u otros remedios.  La competición ayuda, anima a practicar, pero no debemos perder de vista que lo bueno, lo que nos interesa de verdad, es practicar, disfrutar.  Compitamos, pues, pero con cabeza, o perderemos todos los beneficios que la MN nos puede reportar.

Y estas son mis reflexiones, agradecidas, debidas por la posibilidad ayudar a otros que están en esta evolución.  Y como dice José Agustín Goytisolo a su hija, en las emotivas Letras para Julia, “perdóname, no sé decirte nada más, pero tú comprende que yo aún estoy en el camino.  Y siempre siempre acuérdate de lo que un día yo escribí, pensando en ti, como ahora pienso.”


…y recuerda, hay que sacar los bastones del paragüero.  Si miras en el fondo y está mojado, no es el agua de los paraguas, sino las lágrimas de los bastones por tu abandono...(con lo de Goytisolo me he venido arriba).

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