viernes, 11 de enero de 2019

Escucha a tu cuerpo

Seguro que muchos habréis recibido este año un precioso pulsómetro, o incluso uno de esos carísimos ingenios que te dicen las calorías que has gastado, la fecha de tu próximo ictus y hasta el número de pie de la primera novia que tuviste.  Ya lo decía Plauto, 200 años antes de Cristo: Homo homini lupus, o lo que es lo mismo, lo que inventa el hombre para sacarle las perras a sus semejantes, no tiene parangón, ni límites en la época de parafernalia tecno-informática que nos ha tocado vivir.

Para mí, los Reyes Magos habrían estado mucho más acertados si en lugar de tan sofisticados artilugios, hubieran repartido más dosis de sensatez entre su clientela.  Pero claro, la sensatez es materia crítica y mucho más cara y difícil de encontrar que el más caro y complicado de los aparatos electrónicos que menciono en el párrafo anterior.

Cierto que cada quién es muy libre de gastarse sus dineros como le plazca.  ¡Faltaría más! Pero yo no puedo remediar, y también es mi privilegio, comentar a quién me encuentro haciendo deporte pendiente de uno de estos aparatos, que más le valdría prestar atención a las señales que le manda su cuerpo.

Tu cuerpo no necesita aparatos ni intermediarios para hablarte.  ¡Eso sí, de nada sirve hablar si el interlocutor no escucha!  Tu cuerpo tiene dos sistemas de aviso que funcionan mucho mejor que cualquier engendro tecnológico para advertirte de que te estás pasando:  el cansancio y el dolor.

El cansancio es la manera que utiliza tu cuerpo para decirte  que estás haciendo más de lo que debes; que él no está preparado para la cantidad o la intensidad del esfuerzo que estás realizando.  Deberías, por tanto, rebajar alguno de estos parámetros en tu actividad física y revisar la duración o la vehemencia de tus sesiones deportivas.

El dolor es la forma en que tu cuerpo te avisa que estás forzando demasiado, o en forma no adecuada, o con el equipo incorrecto, alguna de sus partes.  Procedería, así, por tu lado, un análisis de todo lo anterior, en relación con la parte afectada, para tratar de identificar y corregir el error cometido.  En este sentido, un mejor conocimiento de la anatomía y funcionamiento de nuestro organismo, sí que sería un regalo pertinente y útil que podrías hacerte a ti mismo (por si los Reyes no caen en este detalle).  Internet es una maravillosa herramienta para poner a tu alcance, a coste cero, toda la información que puedes necesitar  para ayudarte en este asunto.

Y el colmo de la sinrazón es la de aquellos "deportistas" que enmascaran con vendajes, pociones y pastillas todas las señales de aviso que el cuerpo intenta mandarles.  En lugar de tratar de identificar y solucionar el problema, lo que procuran es meter, cual avestruz, la cabeza en un agujero.  Algo así como si tapando el salpicadero de nuestro coche solucionásemos el problema que nos indica la luz de aviso de temperatura excesiva.  ¡Inteligente solución!  La cuestión es que a lo mejor podemos comprar un coche para sustituir al que nos carguemos, pero la sustitución del cuerpo, o de una de sus partes, es bastante más complicada.

En fin, que menos mirarnos la muñeca y más conocimiento y observación de nuestro cuerpo ... y más sensatez.  La marcha nórdica tiene, entre otras muchas, la gran ventaja de ser un deporte que, por lo equilibrado y racional que es, nos permite ver venir los problemas de lejos.  Los que hemos practicado otros deportes, sabemos que normalmente las lesiones no avisan (cuando las notas, ya no tienen remedio), y la "pájara" llega de pronto (un segundo estás bien, y al siguiente, te quieres morir).  En la marcha nórdica, las lesiones empiezan avisando con una leve molestia, y el agotamiento llega muy poco a poco.  Cumple, por tanto, estar atentos a estas señales, para poder corregir la situación antes de que sea irreversible.  Ya que este deporte nos ofrece esa oportunidad, aprovechémosla.

Y saquemos los bastones del paragüero, ... todos los días ... por favor.

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