viernes, 22 de febrero de 2019

LAS CAÍDAS EN LA MARCHA NÓRDICA


En todos los deportes de desplazamiento nos podemos caer. Sólo hay una forma de evitar las caídas, y consiste en quedarnos en casa, sentados en el sofá. Pero como sucede con la única forma que conozco de evitar la muerte, que consistiría en no vivir, evidentemente no se trata de una alternativa válida, al menos para los que consideramos imprescindible la practica deportiva habitual.

El desplazamiento nórdico, en sus tres variantes de paseo, marcha o carrera, es una actividad que minimiza el riesgo de caídas, al tener siempre el deportista, al menos, un pie y un bastón en contacto con el suelo. Los bastones proporcionan a quién los usa correctamente apoyo, equilibrio e impulso, dotándole de una seguridad extra, que no disfrutan los practicantes de otros deportes.

Pero a pesar de ser una actividad deportiva tan segura que no veo la necesidad de contar con una licencia federativa que nos proporcione un seguro de accidentes, a veces nos caemos, y lo que trato de hacer en la entrada de hoy es analizar las causas de estas caídas, en la esperanza de que, conociéndolas, podamos prevenirlas y minimizar así el riesgo.

A primera vista, distingo seis posibles faltas que pueden desencadenar una caída:

Concentración. Pasear, marchar o correr no son actividades que exijan concentración exclusiva para su ejecución. Todas ellas son cotidianas y repetitivas, y las podemos combinar con otras distracciones. Sin embargo, he observado que mis tropiezos siempre se producen cuando no practico en solitario, durante competiciones o quedadas, o yendo yo solo, cuando alguien o algo distrae mi atención de lo que estoy haciendo, o del itinerario por dónde me desplazo. Y es que, hasta la tarea más sencilla, requiere cierto grado de concentración. Las conversaciones con los amigos son más seguras sentados, frente a un buen café, o una buena cerveza.

Técnica. El bastón debe tomar contacto con el suelo firmemente sujeto, para asegurarnos de que lo colocamos en el lugar adecuado, sin estorbar el camino de nuestros pies (ni de los pies de otros), limitando vibraciones que retarden su fijación al terreno para el posterior empuje sobre el fiador. La punta del bastón tiene que entrar en contacto con el suelo al mismo tiempo que el pie contrario, y permanecer allí hasta su recuperación, cuando el pie contrario abandona el terreno para iniciar un nuevo paso. Con esto nos aseguramos un apoyo seguro y, como mínimo, doble durante toda la progresión, de manera que ante cualquier tropiezo, siempre habrá al menos otro punto de contacto con el terreno para intentar recuperar el equilibrio perdido.

Velocidad. La rapidez en el desplazamiento favorecen un adelantamiento del centro de gravedad que casi siempre va a caer por delante de la base de sustentación delimitada por nuestros dos pies, de tal manera que un tropiezo o retención por rozamiento con el suelo de uno de ellos nos puede provocar una caída. Esto sucede, por ejemplo, en las competiciones, dónde la velocidad, unida a la falta de concentración (vamos más pendientes del que va delante, del que viene detrás, y de los árbitros, que de dónde o cómo pisamos) y a la indefectible relajación de la técnica, se traduce en un incremento extraordinario de la posibilidad de caída.

Terreno. La regularidad y grado de pendiente del terreno en el que practicamos también tiene su incidencia en la posibilidad de caídas. Un terreno llano y homogéneo, sin obstáculos, debe, en principio, favorecer la estabilidad del practicante. Y digo en principio porque, curiosamente, se suelen producir más caídas en las zonas menos difíciles de los recorridos, al disminuir en éstas el grado de concentración del deportista.

En este punto, no me canso de recomendar la utilización de bastones con fiadores (dragoneras) de senderismo, tipo bucle de cinta, que, correctamente empuñados, nos permiten realizar un técnica perfecta, sin el peligro que representa la estrecha unión de la mano a la empuñadura de las dragoneras “de marcha nórdica” que, en caso de caída, puede producir serias lesiones carpianas o, lo que puede ser peor, reprimir por miedo a la citada lesión el instinto básico de proteger nuestra caída con manos y brazos, golpeando el suelo directamente con la parte superior del tronco o la cabeza.

Material. La necesaria economía nos lleva a veces a prolongar excesivamente la vida de nuestras zapatillas, más allá de lo que el desgaste de las suelas nos aconsejan. Esto puede provocar caídas por deslizamiento en terrenos inclinados, o superficies lisas o húmedas. El ahorro que nos puede producir una lesión no trae cuenta.

Reflejos. La buena técnica, como hemos visto, nos ayuda en nuestro deporte a evitar caídas, incluso cuando ya se ha producido el problema (tropiezo, resbalón) que las origina. Sin embargo, la reacción oportuna depende en último extremo de la rapidez con que reaccionemos, es decir de nuestros reflejos.

Los reflejos disminuyen con la edad y, viendo la media de los practicantes de nuestro deporte, claramente por encima de los 50 años, debemos convenir que los reflejos de la mayoría de los nordimarchadores no están en su mejor forma. Tenemos, pues, que apoyarnos en una mejor técnica para prevenir caídas, y dar gracias a Dios de que disponemos de este recurso. En mi caso, en concreto, esta fue una de las razones que me trajeron a este bendito deporte, después de practicar la carrera continua durante más de 45 años seguidos.

Los reflejos también disminuyen con el cansancio. Debemos prestar buena atención a las señales que nos manda nuestro organismo y, concretamente, a una de ellas, el cansancio, para limitar el tiempo de práctica o disminuir la intensidad hacia el final de cada sesión, de manera que no añadamos el problema de la velocidad al de la disminución de nuestros reflejos.

En fin, ni siquiera nuestro deporte está exento de accidentes, con todo lo seguro que es. Pero siendo conscientes de las causas que los originan, debemos confiar en una buena técnica y un material adecuado, concentrados en lo que hacemos, prescindiendo en lo posible de grupos y competiciones, para sacar los bastones del paragüero y disfrutar con la mayor seguridad posible de una práctica lúdica, sana y deportiva (LSD).

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