Hace unos treinta años, en los países
nórdicos dónde, a la sazón, llevaban más de medio siglo saliendo
a caminar con sus bastones de esquí de fondo los pocos meses que se
quedaban sin nieve, hubo una empresa de fabricación de material de
esquí que vio una buena oportunidad de negocio, encomendando a un
estudiante recién egresado de una facultad de ciencias de la
educación física y el deporte, el diseño de unos bastones
específicos (los de esquí eran demasiado largos para caminar) para
la práctica de este “nuevo deporte”, que ya apuntaba maneras, y
que esta empresa tuvo el gran acierto comercial de bautizar como
“nordic walking”, caminata nórdica, mal traducido al español
como “marcha nórdica”.
Provisto
de unas herramientas adecuadas, y de un nombre atractivo y comercial,
con el salto de siglo la caminata nórdica atravesó el Báltico y
fue a aterrizar en Alemania dónde, cual terremoto deportivo, se pasó
en los primeros cinco años, de cero practicantes de un deporte
prácticamente desconocido, a cinco millones de practicantes
habituales de nordic walking.
Semejante
hazaña no podía pasar desapercibida para nadie y menos para
profesionales de las ciencias del deporte y la salud, y fabricantes
de material deportivo que, a la vista de nuevos campos para su
expansión económica, no dejaron pasar la oportunidad y se lanzaron
como lobos hambrientos sobre la inocente presa.
El
análisis del milagro es bien sencillo: una población envejecida,
jubilada o con tiempo para el ocio, preocupada por una salud que
empieza a zozobrar y, consecuentemente, muy consciente de la
necesidad de hacer deporte. Un deporte en el que, por la edad media
de sus practicantes habituales, prima la sencillez y la facilidad de
práctica, colocando a la caminata en primera posición destacada,
pero ahora mejorada por su coordinación con un uso “racional”
de un par de bastones (menos carga sobre las “machacadas” caderas
y rodillas, implicando la práctica totalidad de músculos y
articulaciones, incluida la columna vertebral, fuente de gran parte
de dolores y del consumo masivo de analgésicos).
Observe
el avieso lector el entrecomillado y subrayado de la palabra
“racional” en el párrafo anterior. Y es que la técnica en el
uso de esos bastones, con estar basada en el movimiento natural de
piernas y brazos al caminar, no deja de exigir una buena dosis de
concentración y racionalidad cuando coordinamos la caminata con los
bastones, a fin de evitar hacernos daño y perder, así, todos los
beneficios físicos y de eficiencia en el movimiento que hemos
vislumbrado anteriormente.
Observando
todos estos extremos, es cómo llegué a mi definición de caminata
nórdica: “ejercicio psico-físico consistente en andar de forma
natural y dedicada, utilizando dos bastones con una técnica que nos
permita obtener los máximos beneficios de su uso”. La
concentración en lo que hacemos, el mantenimiento de la postura
erguida, no haciendo nada distinto de lo que hacemos normalmente al
caminar, con movimientos amplios en el braceo, siempre coordinados
con las piernas, con cada uno de los bastones siguiendo todas las
vicisitudes del pie contrario, perfectamente sincronizados (cae al
suelo con él y sale del suelo con él), nos marca perfectamente la
simple racionalidad de la técnica que, no obstante, exige una
atención constante, “dedicada” a la práctica de un buen
ejercicio.
Y
este, para mí, es el valor diferencial de este nuevo deporte: la
salud que procura a su practicante habitual, tanto más evidente
cuánto más depurada es la técnica aplicada; técnica que se
perfecciona continuamente mediante la atención, concentración y
observación continuada (mindfulness).

Convencido
de que este deporte es una verdadera bendición para el ser humano,
me duele observar como cada día más y más falsos profetas y
vendedores de humo entran a saco sobre la incauta masa de
practicantes que, atraídos por los espectaculares resultados de una
práctica sana, se dejan arrastrar hacia actividades no tan sanas,
como la competición y la combinación de los bastones con otras
prácticas, más o menos deportivas y lúdicas que, alejándolos de
la saludable práctica individual, productora de los mayores
beneficios físicos, engrosa filas y arcas de seguidores de gurús y
clubes de diversos nombres y colores que, en la mayoría de los
casos, tristemente, sólo ocultan fines espurios de índole económica
y muchas veces acaban perjudicando la salud del desprevenido
practicante.
Cumple,
por tanto, prestar atención a lo que realmente nos interesa y evitar
que nos engatusen con carteles y promesas llenas de colores y
multitudes. Porque, como decía hace ya algunos añitos en la
entrada del enlace siguiente, de este mismo blog
https://www.blogger.com/blog/post/edit/963976159017003643/8326627797626738228,
los vendedores de humo sólo existen porque hay compradores de humo.
Léela y verás que hay poco nuevo bajo el sol.
La
caminata nórdica es “tu” encuentro con “tu” caminata y “tus”
bastones para realizar una buen ejercicio, lúdico (no olvides la
música), sano (sin hacerte daño) y deportivo (hasta dónde tu forma
física actual te permita llegar). Si tú solo no eres capaz de
realizar esta práctica, entonces apúntate a lo que sea, con quién
sea, con tal de salir del sillón … pero no estarás haciendo lo
que yo entiendo por CAMINATA NÓRDICA.