miércoles, 28 de junio de 2023

MARCHA NÓRDICA: UN DEPORTE MAL ENTENDIDO

 La mayoría de los que escriben, lo hacen para compartir un pensamiento, una idea, una historia. Pero, sobre todo, yo creo que lo hacen como respuesta a una imperiosa necesidad de sentarse delante del teclado y permitir que fluyan, negro sobre blanco, esos pensamientos, ideas o historias, aún a sabiendas (sospecha, cuanto menos) de que es muy probable que no haya nadie en el otro lado con el tiempo y la disposición de ánimo necesarios para leer, comprender o compartir lo escrito.

Escribir, para mí, es una forma de revivir el pasado, de reordenarlo, a veces, como si la vida nos diera una segunda oportunidad de corregir errores, o de abundar en ellos … quién sabe. En todo caso, es una de esas raras ocasiones en las que tomamos tiempo para nosotros mismos, fuera del quehacer continuo de cada día, y nos damos la oportunidad de sincerarnos con el yo que siempre nos acompaña.

Conócete a ti mismo, decía el sabio, ¡como si fuera tan fácil! Pero, al menos, sí que deberíamos dedicar más tiempo a estos momento de escape de la bendita rutina que nos mantiene vivos, para ese revivir o reordenar que nos supone el sentarnos frente a una página en blanco, y dejar que acudan a ella las cosas, importantes o no que, al fin y al cabo, todas ellas traman la urdimbre del vivir.

Dice Ujue, mi mujer, sabia como todas las mujeres, que si quiero que lean lo que escribo, tengo que ser escueto, que la gente cuando ve más de cuatro renglones, “se tira de la moto”. Bueno, pues hoy, mira tú por dónde, a lo mejor es que me da igual que me lean o no. Hoy, lo que me pide el cuerpo es explayarme. Así que, pidiendo perdón al posible lector despistado al que, a lo mejor, hoy lo que le pide el cuerpo es leer, aunque sea a un pobre cansino como yo, me pongo a ello.

Y ello, como no puede ser de otra forma por el sitio en el que escribo, es mi historia con la marcha nórdica, o mejor dicho, con el “andar con bastones”, como muy correctamente llamaron a este asunto aquellos finlandeses que hace un siglo empezaron a utilizar sus bastones de esquí para moverse sin nieve.

Yo los descubrí, hace ya diecisiete años, cuando preparando mi travesía pirenaica del GR11 comprendí que mis piernas no iban a dar de sí para completar aquellos 840 kilómetros, con sus 40.000 metros de desnivel acumulado de subida, y algunos más de bajada … ¿a que no sabíais que el Mediterráneo está más bajo que el Cantábrico? … Bueno, pues ahí, buscando apoyos para mis piernas, se me ocurrió empezar a utilizar dos bastones. Y enseguida descubrí que además de apoyo, me proporcionaban equilibrio, impulso en las subidas y capacidad de retención en las bajadas, aliviando mis castigadas piernas, al tiempo que me permitían ejercitar el resto de mi cuerpo..

Nada sabía yo por aquél entonces de las técnicas alternativa o simultánea de la marcha nórdica. Ni a duras penas había oído hablar de este deporte. Sin embargo, la técnica que desarrollé en aquellos meses, experimentando con mis bastones, fue perfecta, fruto de la conexión racional de su uso con la naturalidad (biomecánica, dicen) del andar, tal como pude comprobar años más tarde en mis cursos de instructor. Aquí tengo que hacer un inciso para denunciar, otra vez, a tantos vendedores de humo que proliferan por este deporte, defendiendo “su” técnica como la única auténtica, cuando todas son la misma. ¡Cuidado con estos personajes!

En aquellos cursos recuerdo que me llamó enormemente la atención que me dijeran que la marcha nórdica era un deporte no competitivo. Pensaba yo entonces que, aunque ciertamente complicado de arbitrar si se quería preservar la esencia de este deporte, con un buen reglamento y buenos árbitros, utilizando los medios técnicos accesibles en el mercado actual, no tenía por qué negar a los practicantes la posibilidad de competir, privando, además, a esta modalidad deportiva del efecto llamada que la competición tiene sobre la gente joven y menuda, rebajando así la media de edad de los practicantes habituales.

En esta idea, me uní al “selecto” (supongo que por lo exiguo) grupo de nordimarchadores que íbamos mendigando por toda la geografía española que nos dejasen participar con nuestros bastones en carreras populares y medias maratones. De ahí, fuimos organizando nuestras propias competiciones, falseadas por la falta de árbitros preparados y los reglamentos improvisados, de las que yo mismo monté dos en Aranjuez y una en Cartagena.

Recuerdo que todos los del grupo teníamos claro que la marcha nórdica competitiva debería estar dentro de la federación de atletismo, tal como ya pasaba en otros países. Yo mismo intenté un acercamiento a la federación murciana de atletismo, sin éxito, evidentemente, probablemente por la mencionada dificultad técnica de su arbitraje (ellos ya tienen la experiencia de la marcha atética, y la nórdica es bastante más complicada) o por la escasez de “negocio” que se adivinaba en los comienzos de nuestras competiciones y que el paso de los años ha venido a confirmar.

Finalmente, la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (FEDME), a remolque de algunas federaciones regionales que la precedieron (Balear, Murciana, Andaluza), terminó por reconocer la marcha nórdica como una de sus actividades deportivas, aunque ninguna a comprendido la idiosincrasia de este deporte ni las exigencias de su práctica en un terreno tan especial como es la montaña.

Por aquella época yo, formando parte del comité de marcha nórdica que inició la andadura en estas lides de la Federación de Montañismo de la Región de Murcia (FMRM), escribía en su página web:La técnica de la MN es una herramienta de gran utilidad para el practicante de senderismo, montañismo y carreras de montaña. Sin embargo, el valor principal de la MN reside en su potencialidad como deporte específico, completo, saludable, apto para todos, económico y practicable en cualquier entorno y condición”. Fue un vano intento de que se comprendiera que este deporte es especial, sin mucho que ver con la mayoría de los existentes, siendo la salud, trabajada a través de una cuidada técnica, el activo que lo hace especial. Las tremendas divergencias con mis compañeros de comité sobre este asunto me llevaron a dejarlo poco tiempo después.

Y empezaron a hacerse “reglamentos”. Incluso yo hice el primero de la FMRM que, lejos del de Baleares y de la traducción que del mismo hizo Andalucía, mostraba una inusitada preocupación por el medio – la montaña – como escenario de competiciones. El astuto lector, que todavía sigue ahí a pesar de todo, habrá observado el entrecomillado de “reglamentos”. Y es que cualquier parecido con un reglamento, era pura coincidencia. Ni la definición de los espacios de competición, ni las reglas para preservar la técnica, estuvieron medianamente definidos como herramienta de utilidad para la difícil labor arbitral. Y lo que es peor, después de todos estos años, a pesar de algunos avances, siguen sin estarlo en lo esencial, por lo que la competición sigue siendo un lugar común de despropósitos técnicos, en el que árbitros poco preparados y lanzados a la arena sin una herramienta válida, hacen un paripé que sólo contenta quienes por nombre, parentesco o intereses de cualquier otro tipo, acaban haciendo un más que discutible podio.

Quizá por todos estos defectos, el efecto llamada sobre los más jóvenes sigue sin producirse.


Sólo hay que examinar las edades de los que acuden a las competiciones oficiales, dónde más del 90% son veteranos de las diversas categorías. Por mucho que se intenta maquillar esta realidad con “pachangas” disfrazadas de “promos” o “competiciones escolares”, lo cierto es que a las competiciones oficiales, con árbitros y tarjetas, llegan muy pocos jóvenes.

Y es que nos cuesta reconocer que lo que realmente hace único este deporte es su contribución a la salud de sus practicantes habituales, fruto de una buena técnica en dicha práctica. Y ambas cosas, la salud y la técnica, no tienen nada que ver con la velocidad, que es lo que se premia en las competiciones, y es preocupación lógica de quienes, con la edad, comienzan a sufrir dolencias y enfermedades. El otro día repasaba algunos de los primeros reglamentos regionales de competición en los que se hacía hincapié en que la técnica no se podía mantener por debajo de 6,5 o 7 minutos por kilómetro. Esto, como aquello de que la marcha nórdica es un deporte no competitivo, ha ido desapareciendo completamente de escritos oficiales y “oficiosos”. Simplemente, no se considera “políticamente correcto” recordar lo que los primeros “gurús” daban por sentado.

Entonces, ¿es que debemos aceptar que la marcha nórdica no es un deporte? Aquí es dónde debemos recurrir a los que saben más que nosotros a la hora de definir qué es deporte.

A menudo utilizamos exclusivamente la primera acepción de la voz “deporte” en el diccionario de la Real Academia: Actividad física ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas. Y solemos olvidar la segunda, que yo creo mucho más aplicable a nuestro deporte: Recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre.

Yo os invito a que practiquéis la marcha nórdica más como placer, diversión y ejercicio físico, que como una competición. Seguro que de esa forma preservamos mejor su esencia como fuente de salud, basada en una correcta ejecución técnica. Deportes hay muchos, pero que sean mas saludables que el nuestro, ninguno … siempre que no hagamos tonterías y olvidemos la importancia de la técnica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si estás registrado en este blog, tus comentarios son más que bienvenidos. La moderación de comentarios, por mi parte, se limita a evitar los que falten al respeto mínimo debido a otras personas, y nunca a censurar opiniones contrarias a las mías.