viernes, 16 de julio de 2021

Nordicaminando por Asturias

Para tratar de superar de una vez los problemas físicos que me causaron el insensato confinamiento a que nos sometieron el año pasado, decidí hace algo más de un mes participar en la edición de este año del recorrido del Camino de Santiago del Norte que van haciendo compañeros del Centro Excursionista de Cartagena, por tramos, desde hace unos años.

Antes de entrar en faena, quiero aclarar que, dejando aparte las consideraciones constitucionales sobre la procedencia de la calificación del estado de excepción vivido, y la justicia o no de las libertades cohartadas durante el mismo, la insensatez mencionada en el párrafo anterior no va dirigida hacia el confinamiento en sí, sino hacia el hecho concreto de que no me permitieran seguir haciendo marcha nórdica en solitario al aire libre, con mi mascarilla, mis distancias sociales, y lo que haga falta.  A la vista de que esto no se acaba, de momento, aprovecho para reiterar mi intención de no volver a aceptar algo parecido si nos vuelven a confinar.

Volviendo al tema de la entrada de hoy, desde que tomé la decisión de unirme al CExC en la edición de este año, comencé un periodo de adaptación de mi práctica habitual de marcha nórdica a las exigencias previstas para esta edición (más de 20 km diarios, con desniveles acumulados de subida próximos a los 500 metros).  Lo conseguí con mucha precaución y no poco miedo.  Poco a poco fui aumentando distancias y desniveles, en días alternos, y terminé con tres días seguidos de serias caminatas por mi querida  Sierra de Guadarrama.

El tramo de este año, comprendía la práctica totalidad de la costa asturiana, un lugar que he visitado en anteriores ocasiones, y que siempre ha brindado extraordinarias sensaciones a mi vista y a mi paladar.  Y esta vez no ha sido diferente, a pesar que que hubo días en los que los 26 km previstos acabaron siendo 38.  Pero no me quejo de la cantidad, sino de la calidad. 

El tramo recorrido, con más de un 70% de asfalto, del cual más de la mitad transcurría a lo largo de carreteras transsitadas y a veces carentes de arcén, hace un flaco favor a la belleza del entorno, y resulta poco grato al caminante, al menos al que suscribe.

Los bastones fueron, como siempre, una gran ayuda.  Una cuidada técnica ayudó a paliar la carga de mis piernas y a hacer un magnífico ejercicio, mientras que unas buenas zapatillas y los mejores calcetines hicieron que mis pies no sucumbieran a la paliza de asfalto. La compañía, excelente, me dió ocasión de repasar olvidadas lecciones de marcha nórdica con algunos de los ex-alumnos con los que compartí camino.  La comida asturiana, que nunca defrauda (una mención especial al arroz con leche de Casa Consuelo, en Otur, cerca de Luarca) también fue un gran reconstituyente.  Los pads de asfalto de Jesús Lodosa han demostrado estar a la altura del reto (no arratréis los bastones antes de clavarlos, y no los uséis en tierra), superando los 1000 km los que me llevé.

Concluyendo, Asturias excelente, como siempre.  La marcha nórdica, una herramienta sin parangón para el caminante.  El equipo, fundamental.  El Camino del Norte, por Asturias, nada recomendable, a no ser que lo hagáis en coche, planificando cada etapa para visitar lo mucho que hay que ver (y probar), y andando sólo alguna ruta corta, preferentemente hacia las innumerables playas y calas, pero volviendo al coche para hacer el Camino.

Y ahora a retomar mi rutina de marcha nórdica, con las rodillas mucho mejor.  Gracias al Señor Santiago por todo ello.

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