sábado, 5 de septiembre de 2020

Marcha Nórdica vs. Natación

Durante mis cursos de iniciación a la marcha nórdica, al decir a mis alumnos que ésta es, probablemente, el deporte más completo de cuántos existen en la actualidad, casi siempre hay alguien que pregunta si la natación no es el deporte más completo. El otro día me lo volvieron a preguntar y de ahí surgió la idea de la entrada de hoy, como siempre, basada en mis conocimientos sobre la actividad física (pocos) y en mi experiencia personal (algo más) con ambos deportes.

 Tengo que advertir, antes de comenzar, que siendo una persona de edad, no me puedo abstraer de esta circunstancia, por lo que esta somera comparativa esta hecha desde un punto de vista "añero", visto, además, que aunque ninguno de los dos deporte resulta demasiado atractivo para los más jóvenes, es de justicia reconocer que la natación gana hasta ahora por goleada a la marcha nórdica en número de practicantes entre este sector de población.

Partiendo de la base de que la práctica de cualquier deporte, de forma racional, siempre es positiva para quién la realiza de forma habitual, no cabe duda de que hay deportes más equilibrados y completos que otros, más lateralizados o centrados en el tren inferior, o en los que se abusa de posturas poco naturales que suelen acabar dañando alguna parte de nuestro organismo.

Es indiscutible que la marcha nórdica y la natación se encuentran entre aquel reducido grupo de deportes que podríamos denominar más equilibrados y completos, en los que se ejercitan similarmente ambos laterales y ambos trenes (superior e inferior). Con todo, existen claras diferencias entre ambos.

La natación, por ejemplo, descuida el trabajo de las articulaciones de manos y pies, alrededor de un centenar, que suelen ser fuente de deformaciones y dolores con el paso de los años. La práctica habitual de la marcha nórdica con una buena técnica ayuda, en cambio, a trabajar todas estas articulaciones y puede prevenir o retardar la aparición de artrosis, deformaciones y dolores en todas ellas.

Los dos deportes son prácticamente los únicos que trabajan de manera equilibrada y completa todas las articulaciones de la columna vertebral, otro importante foco de problemas físicos, naturalmente, siempre que se ejecuten de forma racional y con buena técnica. No me atrevo aquí a establecer la superioridad de uno sobre otro, en las condiciones expuestas: racionalidad y técnica.

La percusión sobre una superficie dura a cada paso, propia de la carrera, el paseo, o la marcha nórdica, supone un probado estímulo para el aumento de la densidad ósea, cuya merma suele resultar un grave problema, sobre todo en mujeres, a medida que pasan los años. La natación carece de percusión, por lo que los efectos benéficos que se pueden atribuir a este deporte en la recuperación de lesiones, durante nuestros años mozos, pueden tornarse en perjuicios cuando ya no somos tan jóvenes.

Insisto en que la natación es un deporte excelente, que yo he practicado en diversos momento de mi vida, y que no descarto volver a practicar, si fuese necesario.

Pero la marcha nórdica tiene una ventaja decisoria sobre la natación en lo que se refiere a la facilidad de su práctica. Mientras que la natación exige disponer de instalaciones o vivir próximo a playas, y normalmente requiere establecer horarios y exige un tiempo de desplazamiento previo y posterior a la práctica deportiva, la marcha nórdica se puede practicar en cualquier momento y lugar, iniciando la práctica deportiva desde que salimos de casa, hasta que regresamos.

Esto, junto con las demás ventajas reseñadas en los párrafos anteriores, dan a la marcha nórdica, para mí, una ventaja clara sobre la natación, convirtiéndola en mi deporte preferido. Así que, si os he convencido, sacad los bastones del paragüero y dadles marcha.

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