miércoles, 7 de febrero de 2018

Propiocepción y marcha nórdica

Acudir a la “notaría” de nuestro lenguaje común, al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, es una actividad que frecuento con la alegría del que espera aprender y utilizar correctamente esta extrordinaria e inefable herramienta de comunicación que es nuestro idioma. Es una pena que no todo el mundo lo haga y, sobre todo, es una vergüenza que quienes redactan documentos oficiales, tales como reglamentos de competición, no se adapten rigurosamente a los contenidos de esta fuente a la hora de completarlos y promulgarlos. ¡Cuánto mejor no nos iría!

Y volviendo al tema del título de la entrada de hoy, dice nuestro diccionario, que propiocepción es la percepción inconsciente de los movimientos y de la posición del cuerpo, independientemente de la visión.

En un deporte como el de la marcha nórdica, en el que perseguimos el perfeccionamiento de una técnica que nos lleve a obtener el máximo beneficio de la utilización de nuestros bastones, tanto en el plano de la salud, como en el de la movilidad, es fácil adivinar la importancia que una correcta idea de los movimientos y la posición del cuerpo, en todo momento, tienen para el nordimarchador. La percepción inconsciente de unos y otra será para él como la piedra filosofal para los alquimistas: tan deseable como como quimérica.

La dificultad de alcanzar ese mítico estado de percepción, que normalmente se nos hurta a los no divinos, nos obliga a confiar en otras prácticas, menos filosóficas pero más plausibles, tales como la grabación en video de nuestro ejercicio.

En todas las competiciones de marcha nórdica que he organizado, he incluido desde las primeras etapas del planeamiento un equipo de grabación que me ha permitido disponer de horas de vídeo sobre la mayoría de los participantes. Aparte de la experiencia y enseñanzas que estos documentos gráficos me han aportado, sobre todo para posteriores competiciones y formación, tanto de árbitros como de marchadores, la finalidad principal de estas grabaciones ha sido la de proporcionar a los propios competidores una retroalimentación (una especie de “propiocepción asistida”) que les permita corregir defectos y, en definitiva, mejorar su técnica y, con ella, los beneficios de su práxis.

Siempre he considerado la competición como una oportunidad para fomentar la práctica de la marcha nórdica y, por qué no, para intentar mejorar la técnica de los competidores. Por eso he puesto a su disposición estas horas de grabación y me he hecho mía la tarea de mandar a cada competidor las imágenes correspondientes, incluso comentadas, cuando así me lo han pedido (juicio técnico).

Es una pena que una práctica tan simple y beneficiosa (aunque no exenta de esfuerzo, es cierto) no haya tenido continuidad en las competiciones de la FEDME, o que su reglamento no recoja, en alguna forma, la necesidad o conveniencia de proporcionar este servicio a los participantes.

Ante la dificultad de la propiocepción, propiamente dicha, y esta falta de sensibilización de organizadores y responsables hacia oportunidades para la “propiocepción asistida” mediante grabación, se me ocurre compartir hoy aquí, con todos los que pacientemente me leéis (que Dios os bendiga) un recurso que yo utilizo a diario: la utilización de puntos de referencia para ayudarme a percibir distintos aspectos de mi práctica, y asegurarme, hasta dónde ello es posible, de que mi técnica es correcta, incluso durante una competición. Esto no es óbice para que algún árbitro nos pueda amonestar: las imprecisiones del actual reglamento, la dificultad del enjuiciamiento técnico de la marcha nórdica, la falta de experiencia de los árbitros y el que cada uno de ellos pueda decidir independientemente, posibilitan cualquier cosa, incluida la descalificación de una técnica perfecta.

Comenzando de abajo hacia arriba, estos son los puntos de referencia de observación de la técnica que yo utilizo:

  1. Empiezo por observar (o sentir) que mi pie entra en contacto con el suelo, a cada paso, claramente, por el talón, al mismo tiempo que el bastón del lado contrario.
  2. El bastón se “clava” en el suelo firmemente agarrado, y si miro de reojo al suelo, veo la punta del mismo claramente por delante del pie retrasado (y por detrás del adelantado, por supuesto).
  3. El pie empuja el suelo hacia atrás, en toda su extensión, y lo abandona por la punta del dedo gordo, al mismo tiempo que se produce el contacto del punto 1 anterior. Es importante percibir con claridad la coincidencia del doble apoyo (talón de un pie y punta del otro) que diferencia la marcha de la carrera (dónde este doble apoyo no existe).
  4. En cada paso me veo la parte anterior de la pierna, por debajo de la rodilla. Si la rodilla me oculta el resto de la pierna, seguramente llevaré el centro de gravedad demasiado bajo y puede que esté haciendo un paso deslizante, como de patinador.
  5. El movimiento de la pierna ha de empezar en la cadera. Sentir las caderas sueltas es fundamental para una buena práctica y un paso natural y completo.
  6. A cada paso debo ver mi codo por delante del cuerpo. Si no es así, seguramente estoy braceando solamente desde el codo (no desde el hombro). Esto limitará el trabajo de los grandes músculos de la espalda, principal sujeción de la columna, además de obligar a clavar por detrás del pie retrasado, con la consiguiente pérdida prematura de apoyo y la precipitada recuperación del bastón.
  7. Igualmente, en cada paso he de perder de vista la mano, que empuja el bastón más atrás de a cadera. No me preocupo explícitamente de abrir la mano, porque obviamente, para perderla de vista, tendrá que aflojar el agarre del bastón. Si apretamos bien al clavar (punto 2 anterior), seguro que luego la mano afloja automáticamente la tensión. La experiencia me demuestra que esto es mucho más fácil de coordinar y conseguir que abrir la mano forzadamente, algo que, además, me ha llegado a producir un principio de epicondilitis.
  8. El movimiento de los brazos comienza en el hombro. Sentir los hombros sueltos es el primer paso para un braceo amplio y, sobre todo, en consonancia con el punto 5 anterior, para una buena contra-rotación de hombros y caderas, base de la movilización de las 67 articulaciones de la columna vertebral, lo que quizá sea el principal beneficio de la marcha nórdica.
  9. postura erguida. En una competición, o simplemente cuando intentamos ir más rápidos de lo normal, es lógico que adoptemos una postura más “de corredor”, con el centro de gravedad más adelantado y, consecuentemente, con la vista sólo unos pocos metros por delante de nuestros pies. Es necesario que, cuando esto suceda, nos obliguemos, cada tres o cuatro pasos, a levantar la cara y mirar al frente: que veamos el horizonte, recuperando la postura correcta y evitando colisiones y accidentes.
    Mantengo siempre una
  10. Permanezco atento a las “luces de aviso” de mi cuerpo: cansancio y dolor. Si se empieza a encender alguna de ellas, procuro corregir algo para que se apaguen: alargo la zancada, o la reduzco, empujo menos o más, ralentizo un poco mi marcha, cambio de lado del camino (para variar pronación o supinación de la pisada) o, si nada de esto funciona, simplemente, me paro, porque es posible que me haya pasado, en intensidad o volumen, y lo principal es no hacerme daño. Otra bondad de la marcha nórdica es la lenta progresión de las lesiones, dándonos más oportunidades que otros deportes para evitarlas. Debemos aprovecharnos de esta circunstancia.

No me canso de repetir a mis alumnos, tras el curso de iniciación, que con la técnica básica que tienen ya pueden y deben salir a disfrutar de sus bastones. Pero también les recuerdo que hay todo un camino de perfeccionamiento técnico que les he mostrado en el curso, para que lo recorran si quieren, cuando quieran, en el convencimiento de que con la mejora de su técnica accederán a mayores niveles de disfrute de sus bastones y de beneficios psicofísicos derivados de su práctica.


Si tenemos problemas con la propiocepción, los 10 puntos de referencia anteriores nos pueden ayudar a ir mejorando y, si estamos en una competición, a mantener nuestra técnica dentro de los límites reglamentarios … independientemente de lo que los árbitros nos digan.

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