lunes, 20 de julio de 2015

Racionalidad y marcha nórdica

Llegué a la marcha nórdica casi por casualidad.  A mediados del 2006 comencé a preparar una travesía que hacía años que me ilusionaba: el GR-11, ese sendero va del Cantábrico al Mediterráneo por los pasos más altos de los Pirineos, por la vertiente española.  Después de tantos años “haciéndolo” con la cabeza y el corazón, había llegado el momento en que mis circunstancias personales y familiares me iban a permitir hacerlo también con las piernas, y ahí estaba el problema, que no sabía si mis piernas iban a estar a la altura (¡y qué altura!, más de 40000 m de desnivel acumulado de subida, y otros tantos de bajada).

En Bélgica, dónde vivía por entonces, yo había visto algunos nórdicos andando con bastones y me pareció que aquel invento podría serme de ayuda, así que, sin haber oído hablar de la marcha nórdica, empecé a hacerla.

A los que nos gusta esto del nordic se nos llena la boca hablando de técnicas y métodos, y puede que tengamos buenas razones para ello.  Sin embargo, es curioso cómo cualquier mortal, con un mínimo de lógica, averigua la técnica básica para este deporte a los pocos minutos de agarrar los bastones.

Estaba claro que si quería que los bastones complementaran la capacidad de mis piernas, tenía que apoyarlos por detrás del pié contrario, al mismo tiempo que él, y, si quería sacar el máximo rendimiento de los bastones, tenía que seguir empujando por detrás de la cadera, para lo cual tenía que abrir la mano, apoyándome en las dragoneras (de cinta, ya que los bastones eran de trekking).  Para ello, sólo tuve que introducir las manos de abajo a arriba, agarrando dragoneras y empuñadura como un todo.

Así hice los 840 km de mi GR-11, en 36 etapas.  Una travesía inolvidable, que recomiendo a todo el mundo (todavía guardo mi cuaderno de ruta con toda la información, por si alguien lo necesita) y que estableció una alianza para toda la vida entre el que suscribe y los bastones.

Por aquellos años no eran muchos los andarines/montañeros que andaban con dos bastones, así que mucha gente me preguntaba y, a la vista de tal inquietud, ya comencé a organizar con mi club de entonces (andarines.com) sesiones de iniciación a la marcha con bastones, en la Casa de Campo.  La experiencia fue tan positiva, que ya no dejé de hacerlo, en Madrid y, más tarde, en Cartagena.

Cuando hace unos años decidí hacer un par de cursos de instructor de marcha nórdica, por aquello de la formación continuada, pude confirmar que todo lo que aprendí de forma autodidacta, años atrás, coincidía con la “enseñanza reglada” que recibí en dichos cursos, minucias, marketing y métodos aparte.

Y, en llegados a este punto del relato, el avieso (y ya paciente) lector se preguntará que a cuento de qué viene todo este rollo.  Bien.  Aparte de hablar de mi GR-11, cosa que me encanta, y de animar a todos a que lo hagáis en cuanto podáis, cosa que me encanta aún más todavía, pretendo dejar constancia, mediante la experiencia personal de mi acceso a la marcha nórdica, de que esto es mucho más sencillo de lo que escuelas, asociaciones, federaciones y vendedores de bastones quieren hacernos creer.

Cierto es, y así lo aclaro aquí y lo digo a todos mis alumnos, que el concurso de un buen instructor es muy conveniente para aprender cualquier materia, y ésta no es una excepción.  Sin embargo, cuando nos empeñamos en defender minucias y particularidades de una técnica, o métodos de enseñanza, como la panacea;  cuando intentamos convencer al mundo mundial de que lo que nosotros enseñamos es lo único bueno y verdadero, máxime cuando si le quitamos los caireles de la rima y lo aventamos un poco, como decía el poeta, es exactamente igual que lo que enseña el de al lado (porque esto no tiene más);  cuando les decimos a nuestros alumnos que no se puede hacer marcha nórdica con bastones de trekking[M1] , por vender algún bastón más, o simplemente porque es lo que dice mucha gente;  cuándo nos dedicamos a descalificar y desprestigiar al maestro del cole del otro barrio porque enseña la A antes que la E, o porque lo enseña en 8 pasos y no en 9, en lugar de ilusionar y animar a la gente a que disfrute de ese plus que le dan sus bastones, entonces, digo, lo complicamos todo, lo empozoñamos todo, desanimamos al personal y conseguimos que muchos dejen los bastones en el paragüero y digan que la marcha nórdica no es más que una jaula de grillos, que quieren hacer negocio a costa de incautos.

Utilizando los bastones de forma racional, con lógica y estando atentos a los mensajes de nuestro propio cuerpo (cansancio y dolor), cada nuevo marchador podrá disfrutar de esta extraordinaria actividad física, experimentando con la longitud de sus bastones, con el ritmo, con la intensidad de la acción sobre el bastón, con la amplitud de sus movimientos, y ver qué es lo que mejor le va o, simplemente, lo que en ese momento le apetece.

Es misión de los instructores enseñar una técnica básica, mostrar las variantes, alertar sobre malos usos y aconsejar sobre la forma de progresar en la práctica individual, que no es otra que animar al alumno a experimentar, desde las pautas apuntadas en el párrafo anterior (racionalidad: lógica y atención a las “luces rojas de aviso”).  Con esto, y el teléfono del instructor para resolver dudas que le puedan surgir, cada iniciado será capaz de llegar a obtener el máximo de sus bastones.  Mucho más de lo que tenía D. Paulo Coello cuando, en el 2003, tras iniciarse ilusionado en el nordic walking, descubría asustado lo difícil que nos empeñamos en hacer algo tan simple, y agradable (por si no loconocéis… http://www.warriorofthelight.com/espa/edi99_bast.shtml).

Y, ¿de la competición qué?  Bueno, correr es sano (de nuevo, de forma racional), pero ya no estoy seguro de que competir sea igualmente recomendable.  Sin embargo, los humano somos así.  Probablemente, si no hubiera competiciones, aunque sean “populares”, no correría ni la décima parte de los que habitualmente lo hacen.

Con la marcha nórdica seguro que sucede lo mismo.  Creo que una de las razones por las que el número de practicantes en España no experimenta un aumento exponencial es por la falta de competiciones.  Y aquí da igual que sean regladas, populares, con jueces, de la federación de montaña, la de atletismo o la de bádminton.  La competición, nos guste o no, es un reactivo y un aliciente para la práctica de un deporte, aunque con ella se falseen y disminuyan muchos de los beneficios de la práctica no competitiva de esa misma actividad.  Así que, si a la gente le gusta competir, pues que lo prueben, y que sea lo que Dios quiera de la racionalidad.  Volvamos a ella en nuestra práctica habitual, entrenamiento o como lo queráis llamar, de manera que el daño de alguna sesión de “ritmo competición” o de las pruebas a las que concurramos, se compense con las bondades del trabajo día a día.

En cualquier caso, ¡disfrutad de vuestros bastones!






 [M1]Si alguien tiene dudas al respecto, me ofrezco a demostrarle que es más que posible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si estás registrado en este blog, tus comentarios son más que bienvenidos. La moderación de comentarios, por mi parte, se limita a evitar los que falten al respeto mínimo debido a otras personas, y nunca a censurar opiniones contrarias a las mías.