jueves, 1 de agosto de 2024

Marcha atlética: lecciones para las competiciones de marcha nórdica


Con las dos medallas olímpicas de esta mañana para la marcha atlética española todavía impresas en mis retinas, constato la enorme diferencia entre esta disciplina y la marcha nórdica. Por un lado, la experiencia y el apoyo por parte de la Federación Española de Atletismo a la primera, y por otro la incomprensión por parte de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada de la segunda, no reconociendo el verdadero valor diferencial de este deporte, su enórme rédito saludable que lo diferencia de todos los demás conocidos.

Dicho esto, dado el incomprensible empeño de una parte importante de responsables y practicantes de marcha nórdica en obviar este valor diferencial y realizar competiciones de velocidad, desvirtuando así la magia de este deporte, voy a tratar de traer a las líneas siguientes algunas lecciones aprendidas de los más de cien años de competiciones en que la marcha atlética aventaja a la nórdica, por si los responsables de este deporte quieren y pueden mejorar en algo la situación actual.

Para empezar, el reglamento de marcha atlética (MA) sólo establece dos condiciones, muy bien definidas, que los competidores deben observar para no ser sancionados: 1. Mantener siempre (al menos, supongo) un pie en contacto con el suelo; 2. No flexionar la rodilla desde que la pierna entra en contacto con el suelo hasta que pasa de la posición vertical. Supongo que esta última condición es para evitar el paso deslizante (a lo Groucho Marx) que, como he indicado en alguna ocasión en este blog, permite desarrollar velocidades mayores, aunque con una postura “poco digna”.

El reglamento de marcha nórdica (MN) establece un mínimo de cinco reglas, pobremente (por decir algo) definidas, algunas tan difíciles de observar como que en todo momento haya (al menos, supongo) un bastón en contacto con el suelo, que el brazo debe mantener la extensión “natural” (!?) del codo al paso por la cadera, que el empuje sobre el bastón debe ser “evidente y potente” (!?), o evitar la oscilación “excesiva” de la cadera o de los hombros. El paso deslizante, ni se contempla. ¡Dios mío! Sigo preguntándome cómo hay en España personas que osan arbitrar con semejante “reglamento”.

Para todo ello la MA cuenta con 6-9 árbitros en un circuito entre 2 y 2,5 km, lo que, teniendo en cuenta que los circuitos son de ida y vuelta, nos da una densidad media de 1 árbitro cada 100/150 metros. En la prueba de los 20km de Paris había un árbitro cada 80 m.

El reglamento de competiciones de MN habla de circuitos de 3 km, o incluso itinerarios no cerrados, sin una densidad mínima de jueces, y que en no pocas ocasiones obligan a montar árbitros en bicicletas. Ya ha habido más de un accidentado, y nos podemos hacer una idea de la atención que pondrán a la técnica cuando se están jugando su propia integridad física.

La observación de los dos pies en el aire, a simple vista, es bastante difícil para árbitros con poca experiencia. Hoy, en la retransmisión desde París, cuando la televisión ralentizaba tomas de los pies de los marchadores, se veía a gran número de ellos que perdían contacto total con el asfalto sin ser amonestados. La observación de los dos bastones en el aire es, simplemente, imposible si no se utilizan medios técnicos que permitan la ralentización e incluso la congelación de imágenes.

Todo esto redunda en el general descontento de competidores (con la excepción, comprensible, de los que son proclamados vencedores) por el tratamiento injusto al que los árbitros, poco duchos y bastante insensatos, los someten en cada competición a la que asisten. Claro que, la culpa no es sólo de los que consienten tal reglamento y de los que se avienen a arbitrar con él. Los que asisten a estas competiciones no están exentos de pecado (y en el pecado va la penitencia), máxime cuando, conocedores de todo esto, dejan el campo de una práctica deportiva saludable para entrar en un desafortunado y peligroso “palirunning” (el término no es mío, y bien que lo siento).

En fin, aquí me quedo. Sed sensatos, sacad los bastones del paragüero y dadles buena (y sana) marcha nórdica.

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