Solemos contemplar cualquier cambio que se presenta en nuestra vida desde una perspectiva utilitaria: ¿qué provecho puedo sacar de esto?, y más concretamente, utilitaria-mercantilista, ¿cómo puedo ganar dinero con esto? Incluso en un momento de nuestras vidas en el que, en un país como el nuestro, tu vida está bastante decentemente resuelta, tras una dilatada vida laboral, arropado por un sistema social que cubre tus principales necesidades económicas, es normal que no dejemos pasar la oportunidad de aprovechar cualquier oportunidad de medrar vendiendo lo que sea.
La marcha nórdica, tras el boom experimentado en Alemania al aterrizar desde los países nórdicos, con el comienzo de este siglo, llegando a los cinco millones de practicantes habituales en menos de cinco años, abrió enormes expectativas de negocio entre los profesionales negociantes del mundo del deporte y la salud.
Inmediatamente se abrieron frentes de venta de técnicas, materiales, cursos, clubes, organizaciones … que desde Alemania fueron pasando al resto de los países de nuestro entorno y, por supuesto, al nuestro, sobre todo de la mano de centro europeos residentes por estos lares.
Este “oropel vacuo”, que diría el poeta, nos ha deslumbrado, distrayendo muchas veces nuestra atencion de la razón que subyace tras el éxito de expansión inicial experimentado por la marcha nórdica, que no es otra que el potencial de salud que un deporte tan completo, equilibrado y progresivo promete a quienes lo practiquen de forma asidua y racional.
Esta razón hizo que el principal “mercado” de todos estos negociantes esté entre la gente de edad, y/o afectada por enfermedades o lesiones de gravedad, que por razones obvias, es la más preocupada (concienciada) por temas de salud.
Sin entender bien este extremo, nos empeñamos en que la marcha nórdica es un deporte más que adecuado para otros grupos de edad, más jóvenes, y buscando su difusión entre ellos, recurrimos a la competición, aún a sabiendas de que ésta perjudicaría la técnica, la clave hacia una práctica que garantizase los mejores beneficios desde el punto de vista de la salud y del desplazamiento más eficiente, y provocaría lesiones y perjuicios de difícil reparación entre los principales usuarios de este deporte, la gente mayor, que tal como ha demostrado la experiencia también son los principales (casi exclusivos) ”clientes” de los campeonatos de marcha nórdica, en los que sólo se prima la velocidad, con poca o nula consideración hacia una técnica que, por otro lado, resulta muy difícil de controlar con un número escaso de árbitros por prueba, con poca formación y un mal reglamento.
Otro error, a mi entender, de este afán de hacer negocio de la marcha nórdica, estriba en el empeño por “fidelizar” a los alumnos de los cursos de iniciación, convirtiéndolos en clientes de un grupo, club o escuela, que así se asegura un flujo constante de ingresos, bien que escasos, a costa de incrementar el peligro de lesión con la practica colectiva de un deporte que utiliza unos elementos añadidos para la marcha, los bastones, que requieren una atención constante por parte de cada usuario para evitar accidentes y asegurar los mejores resultados. Estas prácticas grupales, por otro lado, disminuyen la eficacia y la frecuencia de una práctica individual, solo dependiente de la disponibilidad y capacidad del deportista en cuestión.
En lo personal, creo que nunca he tenido miedo a la muerte. Siempre la he considerado parte de la vida, y una parte principal de la misma, dada mi condición de creyente. Sin embargo, sí que me ha producido bastante inquietud (miedo, por qué no) la enfermedad (más bien el dolor) y, con los años, el envejecimiento, por el deterioro físico y mental que suele llevar aparejado.
Quizá sea por esa razón, que siempre he visto la marcha nórdica como un remedio maravilloso a medida que vamos cumpliendo años, y un regalo que Dios ha puesto en nuestras vidas para mejorar la calidad que la edad nos va restando.
Es por eso, que viendo la marcha nórdica como un “”don divino”, me siento obligado a difundirla entre aquellos de mi entorno que se preocupan por su salud sin comercialización ni fidelización alguna, sin competiciones ni prácticas colectivas, sino regalándola como a mí me ha sido dada, y aconsejando su práctica habitual individual, como yo vengo haciendo.
Porque a mí me ha dado un excelente resultado, es como yo la propongo, siempre precedida de un buen calentamiento y seguida de estiramientos y masajes en la ducha. De manera que ya estáis tardando en sacar los bastones del paragüero … y darles marcha. No necesitáis nada ni nadie para hacerlo.
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