martes, 23 de agosto de 2022

CUIDADOS ARTICULARES

El 68% de la población mayor de 35 años sufre dolor de articulaciones. Esta cifra se eleva al 73% en el caso de las mujeres. Son datos de un estudio elaborado ... en colaboración con la Fundación Internacional de la Artrosis (OAFI). Las articulaciones de las rodillas son las que más se resienten (52%) tal y como pone de manifiesto este informe.

La rodilla es una de las articulación más grandes y complejas del cuerpo humano. Une el muslo y la pierna y está estructurada para soportar nuestro peso mientras caminamos, corremos o simplemente estamos de pie, y esa complejidad influye en que sea una articulación muy vulnerable. De hecho, el de rodilla es uno de los dolores más comunes entre la población y, aunque es mucho más habitual a partir de los 65 años (a consecuencia de la artrosis), nadie está completamente a salvo de sufrirlo.

Aunque erróneamente se percibe el dolor articular como algo propio de las personas mayores, lo cierto es que no aparece únicamente con la edad. El deporte, a pesar de ser un gran aliado para mejorar numerosas enfermedades, también puede desencadenar la aparición de una lesión, pues un sobre esfuerzo aumenta las probabilidades de llegar a sufrir desgaste articular o una lesión, con las consecuencias a corto y largo plazo que ello supone: además de provocarnos dolor y limitar el movimiento, también puede propiciar la aparición de frustración y estados de ánimo negativos, afectando a nuestra calidad de vida.

Los problemas articulares se han disparado entre los deportistas con la proliferación de competiciones y el afán por una mayor auto-exigencia, pero no solo aparecen en deportistas de élite. Todo lo contrario, pues se estima que «en España cerca de un 43% de la población practica algún deporte. Y de ellos, un 75% lo hace por su cuenta (II Simposio Articulando el deporte) . Por eso es de vital importancia crear una cultura de prevención de lesiones y la promoción de prácticas y hábitos saludables. Y esto debe inculcarse desde la infancia.

En mi caso, tras más de 55 años corriendo, jugando a baloncesto y participando en competiciones, es lógico que mis rodillas, que nunca fueron gran cosa, no se salvasen de esta debacle. El descubrimiento de los bastones y el ejercicio nórdico, hace 15 años, fue un soplo de aire fresco para ellas. Pero un confinamiento que me condenó a no poder continuar con mi deporte habitual (nunca entenderé que prohibieran la práctica deportiva individual) me llevó a un abuso de la subida y bajada de escaleras en casa, que terminó de estropear mis rodillas (tres roturas de menisco en la izquierda y dos, y una fisura en el cóndilo femoral, en le derecha) y mandarme al dique seco, del que me pude escapar tras varias visitas al traumatólogo, no poca frustración y 30 sesiones de rehabilitación en cada rodilla.

Siempre he pensado que las cosas están en nuestro organismo por algo. Por eso hago todo lo que está en mi mano para evitar cirugías “amputadoras”, tales como las operaciones de menisco, que se presentaban como la “solución” a mi problema … y de momento me funciona, así que paso a describir mis rutinas de tratamiento “preventivo-reparador” de mis rodillas, tratando de posponer mi cita con el bisturí, cuanto sea posible.

Todos los días hago religiosamente mis ejercicios de calentamiento, reforzamiento y estiramiento, a caballo de mi práctica deportiva diaria, en la que alterno un día de ejercicio nórdico con otro de bicicleta estática. Los ejercicios mencionados están descritos, con imágenes, en Andar Más Sano, que acabo de publicar en Bubok, de dónde te lo puedes descargar gratis. En total, entre ejercicios y práctica, suelo emplear menos de dos horas diarias.

Procuro tener al menos dos pares de zapatillas diferentes que alterno en mis caminatas, a fin de intentar evitar pisar siempre de la misma forma y que cualquier pequeño defecto, imperceptible, repetido continuamente, llegue a producir una lesión.

A continuación, aprovecho el enjabonamiento en la ducha para masajear con profusión las articulaciones bien trabajadas o doloridas. En mi caso, presto especial atención a codos (he tenido algún episodio de epicondilitis y epitrocleítis) y rodillas, sin olvidarme de mi vieja lesión de osteocondritis del astrágalo derecho). Antes de ello, siempre comienzo la ducha con abundante agua fría sobre todos estos punto críticos. Tanto el agua fría como los masajes activan la circulación sobre unas zonas que no son precisamente ricas en riego sanguíneo y linfático, mejorando su oxigenación y facilitando su recuperación.

Además de este tratamiento “físico” diario, también tomo un complemento alimentario articular a base de colágeno marino hidrolizado, calcio, magnesio, sulfato de glucosamina, sulfato de condroitina, ácido hialurónico y varias vitaminas. Existen muchos en el mercado. El que yo llevo años tomando se llama ARTROHELP MARINE, de Marnys. En internet lo suelo encontrar a buen precio.

Finalmente, cuando a pesar de todos estos cuidados me noto alguna molestia en las articulaciones, recurro a mi magnetoterapia de OK Farma, que hace ya quince años me libró de una complicada operación de tobillo y luego me ha ayudado enormemente también con mis codos y rodillas. Unas cuantas sesiones de 4 horas, con el programa P-19, a 16 Hz, suelen ser “mano de santo”. Me lo pongo al irme a la cama para dormir, no se nota nada (sólo que la molestia acaba desapareciendo) y se desconecta sólo. En lesiones persistentes, a veces el tratamiento puede exigir varias semanas, pero hay que ser constante y tener fe. Os puedo asegurar que funciona.

Y, aparte de no hacer barbaridades (ultras, competiciones) que poco nos aportan y nos dejan graves repercusiones, estas son las rutinas que me llevan por mis 68 años sin dolores y con buena forma física, sin más fármacos que las endorfinas que mi propio cuerpo genera con el ejercicio diario. Miento, … para ser sincero, utilizo de vez en cuando una pomada homeopática, Traumeel, de venta sin receta en farmacias, para algún masaje articular.

Y os cuento todo esto por si a alguien le sirve mi experiencia, aunque ya sé que no es fácil escarmentar en cabeza ajena.

Y ya sabéis, no dejéis que los bastones se aburran en el paragüero.

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