Continuando
con mi compromiso de este verano sobre el tema de marcha nórdica y
montaña, hoy inicio una reflexión sobre las especiales formas que
la técnica de este deporte adopta para adaptarse a terrenos
distintos de las superficies llanas y homogéneas, en las que
aprendimos y perfeccionamos nuestra técnica, en unas condiciones
ideales que difícilmente vamos a encontrar en un entorno de
montaña.
Y
antes de continuar, no puedo dejar pasar esta oportunidad de
reiterar, una vez más (no me canso), que la marcha nórdica
independientemente de proporcionarnos una excelente técnica para el
montañismo, el senderismo e incluso las carreras por montaña, es, sobre todo y ante todo, un deporte
en sí misma, completo, equilibrado, racional, adaptable,
susceptible de ser utilizado en cualquier entorno… un
deporte para todos y para todo,
pero cuyo hecho
diferencial, lo que lo hace distinto de los demás deportes es, sin duda, la
salud que proporciona a quienes lo practican de forma regular.
De
vuelta al tema que hoy nos ocupa, dividiré el capítulo de la técnica en dos
apartados, atendiendo a la inclinación del recorrido elegido para
practicar nuestro deporte, y comenzaré hoy con el más fácil,
aquél en el que el recorrido discurre a lo largo de terrenos con
pendientes ligeras, considerando como tales las que nos van a
permitir una práctica de la marcha nórdica compatible con la
normativa técnica generalmente exigible en competiciones, es decir,
pendientes inferiores al 10% (aunque el actual reglamento,
desgraciadamente, no diga nada al respecto !?).
Cuando
nuestro camino se “empina” hasta alcanzar una pendiente del
5%, de manera que por cada 100 metros de distancia horizontal
subimos 5 metros de desnivel (si llevamos un GPS que nos muestre la
altura, esta comprobación es sencilla y nos ayudará a
familiarizarnos con los distintos gradientes y así poderlos
diferenciar), nuestra técnica básica diagonal de marcha nórdica
apenas sufre variaciones. Si lo hacemos de forma inconsciente, sólo
observaremos que nuestros bastones se clavan entre 10 y 15 cm más
cerca del pie adelantado, con respecto al lugar habitual de clavado en
terreno llano. Esto es normal, ya que tanto el pie como el bastón
que lo acompaña van a encontrarse con el suelo unos centímetros
antes de lo esperado. El paso será unos centímetros más corto, a
pesar de que el empuje sobre el bastón será más fácil de
mantener hasta la total extensión del brazo atrás. Tendremos la
sensación de que la acción sobre nuestros bastones es más franca
y rinde más que en terreno llano, por lo que este escenario es
bueno para trabajar el empuje de los alumnos a los que les cuesta
pasar de la cadera en terreno llano.
Tampoco
el pie entrará en contacto con el suelo por el talón de forma tan
clara como lo hace en terreno llano. La transición del apoyo
talón-planta será más rápida, mucho menos diferenciada. Todas
estas particularidades deben ser tenidas en cuenta por los árbitros
que ejerzan su función en este tipo de terreno.
Estamos
hablando de inclinaciones del camino en el sentido de la marcha,
pero también será normal experimentar inclinaciones del terreno en
dirección perpendicular a la anterior (marcha a media ladera). En
este caso, observaremos una clara diferencia entre el apoyo del
bastón del lado del monte (más próximo al pie adelantado) y el
del lado del valle (más alejado del pie que acompaña).
Si
la pendiente tiene un gradiente similar, pero en sentido
descendente, el cuerpo irá automáticamente un poco más atrás,
para mantener la verticalidad, y el paso aumentará unos
centímetros, al tardar el pie un poco más en encontrar el terreno.
Algo similar le pasará al bastón que acompaña al pie adelantado,
pero cayendo, curiosamente, más próximo al pie adelantado que
cuando andamos en terreno llano. Esto, que nos puede parecer raro,
no es más que la consecuencia lógica del instinto de conservación
que nos lleva a “asegurar” la pisada, mediante un apoyo más
próximo del bastón al pie que acompaña. En competiciones, y en el
caso de competidores arriesgados, para los que la velocidad tenga
prioridad sobre su seguridad (y la integridad física de tobillos y
rodillas), el bastón se puede apoyar más atrás, y el mayor tiempo
de empuje sobre el mismo alargará aún más la longitud del paso,
aumentando la violencia de la toma de contacto con el suelo y,
consiguientemente, las repercusiones negativas para las
articulaciones del tren inferior. Para la mayoría conservadora (no
olvidemos que la media de edad de los nordimarchadores está por
encima de los 50 años), sin embargo, la inclinación del bastón
serán menor que en terreno llano, disminuyendo así la componente
horizontal de la fuerza ejercita sobre el bastón (la que nos
impulsa hacia adelante), algo que no nos preocupará porque bajando
no necesitaremos tanta propulsión si hemos de mantener una
velocidad controlada.
En
terrenos de montaña, el firme de pistas y caminos (y no digo nada
si andamos “fuera de pista”, algo que por seguridad y respeto al
entorno desaconsejo firmemente) suele ser irregular y tener piedras
de dimensiones apreciables que pueden favorecer el tropiezo y la
pisada en falso del marchador, con el consiguiente peligro de caída
o de torcedura de tobillo o rodilla. El hecho de que
inconscientemente el apoyo del bastón en pendientes se produzca más
cerca del pie en su fase de toma de contacto va a suponer un factor
de seguridad que en muchas ocasiones nos evitará caídas y
esguinces.
En
estos territorios “hostiles”, la seguridad debe ser un factor
prioritario sobre la velocidad, y la proximidad del apoyo del bastón
siempre será una garantía para nuestros pies y nuestra integridad
física. Y recordad, en montaña, incluso para practicar marcha
nórdica, mejor unos bastones de senderismo (sujetados
correctamente) que los especiales de nuestro deporte (ver entrada
anterior de este bloque de marcha nórdica en montaña).
A
medida que la pendiente aumenta, entre el 5 y el 10%, todos los
cambios apuntados para los apoyos de pies y bastones en los
apartados anteriores se van incrementando correspondientemente. Los
bastones siguen acercándose al pie adelantado (ojo que no lo
sobrepase), la entrada de talón es cada vez menos nítida y, en
pendientes negativas cada vez va resultando más difícil que la
mano sobrepase la cadera en un empuje que va convirtiéndose en
una acción de “contención” para evitar una velocidad excesiva,
tanto para nuestra integridad, como para el mantenimiento de una
técnica no punible en competición.
Tengo
que advertir que todas estas reflexiones son fruto de la experiencia
personal y de la observación realizada a través de años de
práctica. Pero son consecuencia de “mi”
experiencia y de “mi”
observación. Quiero decir con esto, que no son más que
observaciones subjetivas, a las que trato de buscar una
justificación lógica. Otros lectores de este blog pueden haber
llegado a conclusiones diferentes, que yo estaría encantado de
reflejar aquí, en forma de comentarios que me enviaseis,
convenientemente justificados, para que los lectores menos
experimentados obtengan una visión lo más completa y objetiva
posible o, al menos, tengan la oportunidad de juzgar y elegir.
A
modo de corolario o reflexión final de todo lo anterior, siempre
explico a mis alumnos en los cursos de iniciación que los bastones
nos proporcionan básicamente tres cualidades: soporte, equilibrio y
apoyo al desplazamiento. Aunque las tres nos proporcionan seguridad
y facilitan nuestro movimiento, parece claro que las dos primeras
juegan un papel más importante en lo que se refiere a la seguridad
y, por tanto, resultan más apreciadas en los terrenos de montaña,
en los que el riesgo de tropiezo, la inestabilidad de la pisada, y la
probabilidad de caída, son mayores. La tercera cualidad, el apoyo
al desplazamiento, va a venir dado por la inclinación del bastón
con respecto a la vertical: impulso hacia adelante, neutro o
retención (figura de la izquierda), combinada con la situación relativa del punto de apoyo y el pie adelantado. En la próxima entrada de Nordicartagena 2019 seguiremos hablando de todo esto, mucho más claro a medida que aumentan las pendientes.
Y
mientras tanto, en montaña o alrededor de vuestra manzana, porfa,
¡sacadme esos bastoncicos del paragüero!