Hace tiempo que vengo viendo cosas que no me gustan en este mundillo de la marcha nórdica. Por un lado, me he encontrado en él gente que, sin entrar a juzgar su catadura moral, de alguna manera provocan en mí una reacción de rabia y repulsa antinatural, que no deseo, ni es buena. Es gente tóxica para mí. A lo mejor no es culpa suya y es que yo estoy bajo de defensas, pero en cualquier caso procuro alejarme de ellos y por eso he abandonado ambientes, grupos y redes sociales de las que se enseñorean, o por dónde pululan. Mi vida ha mejorado bastante desde que he salido de esos entornos y me he limitado a mis prácticas y tareas de difusión de este deporte a nivel local. Y es que, cómo decía Fray Luis de León, cuando salió de la cárcel de Valladolid, dónde "la envidia y la mentira" le tuvieron encerrado durante seis años, "Bendito el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado, y con pobre mesa y casa, en el campo, venturoso, a solas su vida pasa, y con sólo Dios se acompasa, ni envidiado ni envidioso".
Por otra parte, aunque siempre he defendido el derecho de cualquier profesional a cobrar por la venta de una enseñanza honesta y con fundamento, cada vez veo un mayor comercio de "humo" en este mundo de nuestro deporte. La marcha nórdica consiste en andar de forma natural y completa, utilizando dos bastones con una técnica que nos permita sacar el máximo beneficio de su uso. Y no hay más. Toda la enseñanza que necesita un lego en la materia se resume en un curso de iniciación de cinco horas (seis si incluimos calentamientos y estiramientos); el resto de su formación depende del interés que el sujeto ponga en mejorar su técnica, siguiendo las pautas que el instructor le dé durante el citado curso de iniciación.
Sin embargo, la necesidad de hacer caja, obliga a los que ven la marcha nórdica como un negocio, desde empresas privadas o federaciones, a vender curso tras curso, de iniciación, perfeccionamiento, tecnificación, instructor de nivel 1, 2, 3, coach, máster... y diversas combinaciones de marcha nórdica con cosas tan peregrinas y ajenas a la técnica como los primeros auxilios, la alimentación mediterránea, el tai chí, la orientación sexual, paseos campestres, rutas micológicas, la respiración asistida, el jiu jitsu, el chachachá o el tango argentino. Con todo mi respeto hacia esos asuntos y disciplinas, algunas de las cuales practico y disfruto, no acabo de ver qué tiene que ver el culo con las témporas; o mejor dicho, sí que lo veo: hay que vender algo distinto... humo.
A mí me gusta muchísimo el queso, en cualquiera de sus variedades, tierno, curado, de vaca, de cabra, azul, nacional o extranjero. Pero por eso mismo que me chifla, nunca me ha gustado mezclado con finas hierbas, nueces, fresas o frutas del bosque. Aunque todos estos aditamentos puedan ser de mi agrado, ... cada cosa en su sitio y en su momento. Y con la marcha nórdica me pasa igual: me gusta tanto que no quiero que me la mezclen con otras cosas que, aunque fueran de mi gusto, no tienen nada que ver con ella y creo que confunden al público en general. Con estas mezcolanzas siempre tengo la impresión que me están tomando por tonto, vendiéndome una bacalada y, aunque yo no sea muy espabilado, no me gusta que me lo digan, y mucho menos que, encima, me cobren por ello.
Abundando en mi diatriba de hoy, que espero que sirva a alguien como "aviso a navegantes y embarcaciones pesqueras", en realidad nada tengo contra los vendedores de humo aparte de la confusión que puedan crear. Al fin y al cabo, cada uno vende lo que puede...y lo que le compran. Lo que realmente no entiendo es que haya gente adulta, medianamente formada, que lo compre (el humo, digo). Pero como decía El Gallo, "hay gente pa tó", y al final del día, como dice la canción de Patxi Andión "Esto es el Rastro señores, vengan y anímense, que aquí estamos nosotros, somos Papá Noel. Le vendemos barato, con el precio en inglés. Somos todo lo honrados, que usted quiera creer. ... ¡Vengan al rastro, señores. Vengan y anímense. Vengan y pasen por caja!"
Y algún lector avezado, que haya tenido la paciencia de llegar hasta aquí (¡gracias mil!), puede preguntarse qué tiene que ver la gente tóxica del primer párrafo con los vendedores de humo en este mundo de la marcha nórdica. Pues bien, a pesar de que algunos de éstos últimos tienen conocimientos suficientes para saber lo que hacen, y bien podrían hacerlo de otra manera, lo cierto es que muchos de los primeros, sin tener ni idea de lo que hacen, también se prodigan asombrosamente en el mundo de la venta fumígena. ¡País!
En fin, saquemos los bastones del paragüero, que éstos nunca nos van a a decepcionar, y que cada quién obre según su sabiduría y conciencia. Con Dios.