En mi experiencia, propia y observada, la vejez lleva implícito un deterioro de facultades neuronales, cardiovasculares y musculo-esqueléticas que, a partir de un determinado nivel llega a ser imposibilitante.
Un ejercicio racional, lo más equilibrado y completo posible, practicado de forma sistemática a lo largo de la vida, en el que la música juegue, a ser posible, un papel importante, mantendrá en movimiento todo nuestro sistema múculo-esquelético, activará la circulación cardiovascular, incluyendo el riego cerebral y neuronal general, y potenciará la producción de dopamina y endorfinas, esenciales para mantenernos activos y sin dolores.
Una práctica semanal de tres sesiones de 10 km de marcha nórdica, con música variada, una buena técnica que procuro cuidar, sin carreras, unida a rutinas diarias de calentamiento y estiramiento, y una alimentación variada, sin abusos ni carencias, creo firmemente que me está ayudando enórmemente a “envejecer con cierta dignidad”, es decir, sin las limitaciones y dolores “propios” de mi edad.
No sé el papel que estas rutinas jugarán en el desarrollo de enfermedades tales como las inmunológicas y los cánceres, pero quiero pensar que al menos no serán contraproducentes, ya que me generan un bienestar psicofísico que, a decir de los expertos, ejerce un efecto curativo general sobre los pacientes.
El cuidado bucodental, aunque nada tenga que ver con el ejercicio físico más allá del cepillado frecuente de dientes y encías, creo que merece ser mencionado en este papel, por su influencia en un envejecimiento digno.
Así que, tras un buen desayuno (y cepillado), calentad y sacad los bastones de marcha (y no olvidéis estirar a la vuelta).
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