En esta combinación de disciplinas en las que dejo que me vaya sumergiendo el ritmo cambiante, imprevisto, de la música que la radio de mi móvil lleva a mis oídos, ando, marcho o corro, según la música, el terreno y mis capacidades y disposición de ánimo me aconsejan o permiten. Se trata de una especie de "fartlek nórdico musical", como a mi me gusta llamarlo, un sistema de entrenamiento de cosecha propia, basado en continuos cambios de ritmo, que es un verdadero bálsamo para mi cuerpo y mi alma.
He repetiddo hasta la saciedad mis dificultades para aceptar la bondad de las competiciones de marcha nórdica, dónde la competencia por llegar el primero actúa contra la esencia de este deporte: una técnica correcta, sin que un defectuoso reglamento ni una deficiente aplicación del mismo por parte de los árbitros, contribuya mucho a su preservación.
Sin embargo, siempre me ha gustado participar con mis bastones en carreras populares o por montaña en las que yo salgo con mis bastones el último, sin posibilidad alguna de hacer podio, despreocupado de todos los que van delante, inalcanzables, sólo disfrutando del ambente, de la compañía y de mis bastones, andando, marchando o corriendo con ellos, según me pide el cuerpo, el terreno o la música (que ahí si que me dejan llevar) disfrutando y cuidando mi técnica, sin el peligro de que un juez inexperto o desinformado te aplique vaya usted a saber qué arbitrario criterio, mientras que al que va delante, mucho peor, no le dice ni Pamplona.
Hoy acabo de inscribirme en una de estas pruebas en la que he participado varias veces, en Cieza, en los 11,3 km solidarios, una vuelta del recorrido que los participantes en la media maratón hacen dos veces. Si alguien más se anima, allí nos vemos, disfrutando con nuestros bastones.
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