La marcha nórdica
nace definitivamente a finales del siglo XX para permitir a los
habitantes de los países nórdicos extender la práctica de un sano
y completo deporte, el esquí de fondo, más allá de la práctica
invernal, sobre nieve, tradicional de aquellas latitudes.
Un deporte tan sano
y completo, barato, accesible a cualquier nivel y edad, practicable
en cualquier lugar y momento, no tardó en atraer la atención de sus
vecinos germanos que, inmediatamente, perfeccionaron la técnica para
convertirlo en el deporte más sano y completo de cuantos se conocen.
Y ellos, los
alemanes, lo trajeron a sus lugares de residencia en nuestro país,
hace ya tres lustros, coincidiendo con mi primer contacto con un par
de bastones, en mi práctica de senderismo que, en aquella época,
preparaba la realización de un sueño largamente perseguido: la
travesía del Pirineo, de costa a costa.
Mi técnica,
autodidacta, con dos bastones (una verdadera rareza para
los senderistas de la época, que a menudo me paraban para
preguntarme qué hacía), no difería apreciablemente de la
desarrollada por los alemanes para la marcha nórdica, como
descubriría pocos años despúes, al hacer mi primer curso de
instructor. Lo que viene a añadir otra característica a las muchas
ya mencionadas: la racionalidad de este deporte.
Ya enamorado de él,
con mucho tiempo libre, y ganas de emplearlo en hacer algo por los
demás, y con una vocación innata hacia la enseñanza, descubrí en
la marcha nórdica una oportunidad de poner a trabajar pasión y
vocaciones, dedicando una parte importante de mi actividad a la
difusión y promoción de este deporte.
En aquellos primeros
años pensaba yo, como tantos, que esa difusión y promoción se
verían impulsadas de forma importante, sobre todo entre sectores
jóvenes de población, con la organización de competiciones y
quedadas. Y me puse a ello con todas mis energías: hasta cuatro
competiciones llegué a organizar, hasta que comprendí que la marcha
nórdica es un deporte no competitivo, algo que muchos habían dicho
antes y que yo había desoído.
La marcha nórdica
es un deporte sano, completo, equilibrado, racional, adaptable para
todos, barato, que se puede practicar en cualquier momento, entorno y
época del año. Pero la marcha nórdica, para que sea todo esto,
nace de la ejecución de una técnica que, sin ser complicada, exige
una atención incompatible con un ambiente de competición e incluso
con una actividad en grupo.
Y ello no quiere
decir que la marcha nórdica sea aburrida. ¡Todo lo contrario! La
atención a la técnica permite un disfrute inmediato del ejercicio
que estamos realizando, sin otra distracción que su adecuación (o
no) al ritmo de la música que llevemos de fondo.
Esta maldita
pandemia, tan mal gestionada por unos responsables (!?) faltos de
conocimientos históricos (pestes, gripe española, etc), sentido
común (nunca sabremos cuántos contagios y muertes se habrían
evitado tapándonos nariz y boca desde el minuto uno) y racionalidad
(tampoco sabremos los efectos negativos causados por prohibir la
práctica deportiva individual al aire libre) – perdonad por esta
disgresión, pero me la pedía el cuerpo - … esta pandemia, como
decía, también nos ha dejado alguna cosa buena. A mí, aunque
renqueante, me ha permitido volver a mis orígenes con la marcha
nórdica, en su más puro y gratificante estado, lejos de otras
distracciones. Y si quiero competir, me apunto a una carrera por
montaña …. y si quiero hacer senderismo, pues quedo con familia y
amigos para disfrutar de la naturaleza, comer, charlar y hacer fotos. Pero mi práctica diaria de marcha nórdica ha vuelto a ser
tan LSD (lúdica, sana y deportiva) como siempre, apoyada en mi
técnica y amenizada por mi viejo MP3, dónde lo mismo suena un rock,
que una cha cha cha o un pasodoble.
A mi me pasa con la
marcha nórdica algo parecido a lo que le sucedía a Don León Felipe
con la poesía, magistralmente expresado en aquel conocido verso:
Deshaced
ese verso.
Quitadle
los caireles de la rima,
el
metro, la cadencia
y
hasta la idea misma.
Aventad
las palabras,
y
si después queda algo todavía,
eso
será
la poesía.
Cuando la técnica
está tan asimilada que la olvidas, sin dejar por ello de
perfeccionarla; cuando el ritmo está tan interiorizado que no oyes
la música, sino que te lleva en volandas; cuando te olvidas de dónde
estás, de la gente que tienes alrededor, incluso de tus bastones,
pero … disfrutas como un enano con ellos … eso será marcha
nórdica.
Sistema,
poeta, sistema.
Empieza
por contar las piedras,
luego
contarás las estrellas.
Empieza por sacar
tus bastones, todos los días .. y aprende a disfrutar con ellos.
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