Cuando,
hace ya más de una docena de años, decidí y pude hacer realidad mi viejo
sueño de cruzar el Pirineo de mar a mar, enfrentado a la cruda
realidad de unas piernas genéticamente poco dotadas y huérfanas del duro entrenamiento que requiere la superación diaria de grandes
desniveles, recurrí al uso de bastones para poder enfrentarme al reto.
Desde
el primer día que los agarré, pude percibir la magia que de ellos
emanaba. Como las espinacas a Popeye, los bastones me trocaron,
casi de la noche a la mañana, en casi todo un campeón, capaz de casi
cualquier empresa, al menos en lo que a travesías montañeras toca.
Los
bastones me permitieron, como los polvitos mágicos de Campanilla,
volar en poco más de un mes por lo más alto del Pirineo, desde el
Cantábrico de Baroja al Mediterráneo de Serrat, descubriendo la
belleza y la magia de pueblos, collados y valles que difícilmente
tengan parangón en nuestro país.
Pero,
además, los bastones me dieron algo que yo no esperaba y que, pasado
el medio siglo, se valora enormemente: salud. La salud es también
una magia cuando vamos alcanzando esos estadios de nuestra vida en
los que cada vez va siendo más fácil no tenerla. ¡No hay cómo
perder algo para valorarlo! Ningún deporte, medicina o dieta
alimenticia, me ha proporcionado el bienestar y la salud que me da la
practica habitual de ejercicio con mis bastones.
Y,
por si fuera poco, en un momento de mi vida en el que la acumulación
de años me rinde cada vez más inútil y poco capaz de hacer algo por
los demás, los bastones me han proporcionado la mágica oportunidad
de poder transmitir a otros esa magia que les permita mejorar su
salud, recuperar un poco la alegría de vivir, practicando un deporte sencillo,
equilibrado, completo, económico, válido para todos y para todo,
que no necesita un tiempo o espacio especial. Mis 65 cursos de
iniciación y mis más de 2000 alumnos, han sido fruto de esa magia.
De modo que, así
los veo. Ahí, durmiendo la noche en el paragüero, esperando, como
yo, que llegue el nuevo día, para volver a disfrutar juntos de su
magia. Para volver a volar agarraditos los dos, como decía María
Dolores Pradera, esos diez kilómetros de cada día, olvidados de mis
años, saludando a otras gentes que disfrutan, como yo, de la magia
de sus bastones, agradecido por la oportunidad de haber mejorado algo
sus vidas. Y es que, al final del día, eso es lo mejor que te da la
vida: la magia de poder hacer un poco más fácil y agradable las
vidas de quienes se cruzan en tu camino.
Feliz Navidad. Disfruta de la magia de tus bastones y transmítela a tus seres queridos. ¡Que Dios os bendiga!
Buenas yo soy uno de esos despistados Piri y con orgullo lo digo y me alegro siempre tus palabras aportan que no es poco.yo soy uno de esos tantos alumnos que has formado en la marcha nórdica y muy agradecido. Un saludo Piri desde Santomera.
ResponderEliminarBuenas yo soy uno de esos despistados Piri y con orgullo lo digo y me alegro siempre tus palabras aportan que no es poco.yo soy uno de esos tantos alumnos que has formado en la marcha nórdica y muy agradecido. Un saludo Piri desde Santomera.
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