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domingo, 24 de junio de 2018

EVANGELISMO Y MARCHA NÓRDICA


Bien que nada tenga que ver el Juan Bautista que hoy se celebra (felicidades a todos) con el autor del Evangelio de San Juan, el hecho es que la misa de hoy me a vuelto a llevar a un tema que siempre me ha apasionado, el de la marcha nórdica, sus valores y la forma de propagarla.

Nuestro diccionario restringe el uso de la palabra evangelista al ámbito religioso, y poco más, obviando una acepción bien extendida en el mundo empresarial actual, el marketing del evangelismo. Hace ya años que la empresa dónde trabaja una de mis hijas la nombró “revenue evangelist”, para la propagación e implantación de una nueva política de ventas, y ahí empezó mi interés por este tema.

Investigando un poco sobre el asunto, descubrí que Guy Kawasaki, un directivo de Apple Computer, introdujo el evangelismo en esta empresa y en l1991 publicó su libro “Vendiendo tu Sueño: Cómo promover tu producto, compañía o ideas -y marcar una diferencia- mediante el Evangelismo”, al que define como la forma más avanzada de publicidad boca a boca, en la cual una compañía desarrolla y cultiva clientes que creen tan firmemente en un producto o servicio en particular que se sienten en la libertad de convencer a otros de comprarlo y usarlo. Los clientes se convierten así en “vendedores” voluntarios que actúan en nombre de la compañía.

Inmediatamente caí en la cuenta de que, de manera totalmente impensada, esta forma de marketing era la que más impacto estaba teniendo el la propagación de la marcha nórdica, que yo me había propuesto, y comencé a autotitularme “evangelista de la marcha nórdica” y a asignar este divisa a muchos de mis alumnos y otros compañeros que, de forma más o menos desinteresada, actuaban como verdaderos evangelistas en la divulgación de nuestro deporte.

Si nos fijamos en las condiciones dictadas por el señor Kawasaki para el establecimiento de un plan de evangelismo, y hacemos una comparación con la marcha nórdica (mis comentarios entre paréntesis), entenderemos el porqué:

  1. Crear una causa. El primer punto es crear algo grandioso que valga la pena evangelizar. Debe ser un producto o servicio que mejore la vida de las personas (tal como la marcha nórdica), y debe representar algo inmaterial, desafiar el status quo (como el de otros deportes pre-existentes) que le dé un poder diferenciador.
  2. Amar la causa. Ser un evangelista es más que un título: es un estilo de vida. Un evangelista ve más que un producto y lo ve como una buena forma de propagar buenas nuevas (seguro que vosotros mismos os reconocéis aquí hablando de la marcha nórdica, y seguro que reconocéis a muchos otros en este aspecto).
  3. Buscar por agnósticos, ignorar a los ateos. Un buen evangelista puede usualmente saber si una persona está interesada o no en un producto en cinco minutos. Si no están interesados se corta la comunicación totalmente. No lidiar con personas que al final no creerán en tu causa (como decía El Gallo, “lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible”; Sir Bertrand Russell lo remedaba diciendo que “la felicidad estriba en no intentar lo imposible, pero intentar lo posible con todas tus fuerzas”; esto es así para todo, incluida la propagación de la marcha nórdica).
  4. Deja que la gente pruebe la causa. Es esencial dejar que las personas por sí mismas descubran las bondades del producto y lo pongan a prueba (ojo aquí con “vender” una idea apresurada o incompleta de la marcha nórdica que consiga todo lo contrario de lo que nos proponemos: los “bautismos” o cursos de iniciación incompletos me han demostrado que alejan mucha gente de la marcha nórdica al no permitirles ver todas sus ventajas; “déjalo, voy mejor sin los bastones”).
  5. Aprende a dar una demostración. Un evangelista que no puede demostrar su producto es un mal evangelista. Tiene que aprender a acelerar el pulso y la llama de la creencia en las personas, de lo contrario, mejor que no entre a esta área de marketing (un evangelista de marcha nórdica debe esforzarse por desarrollar una buena técnica antes de lanzarse al mundo de la demostración, pero el convencimiento de las bondades de su práctica habitual es una extraordinaria herramienta promocional).
Pero seas evangelista de la marcha nórdica, o no, lo principal es que sientas “en tus carnes” los beneficios de una práctica habitual, y para eso, hay que sacar los bastones del paragüero, cada día (ahora tempranito, que ya hace calor).





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